sábado, 22 de febrero de 2020

Tiempo... Juan 20. 29



TIEMPO DE REFLEXIÓN

“Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”  Juan 20. 29.
“Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.”  Juan 20. 31


Jesús nunca negó su naturaleza divina, todo lo que dijo e hizo, mostró claramente que no era sólo un simple hombre, era también Dios.
Juan declara específicamente el propósito que tuvo al escribir el evangelio y más que una biografía es una argumentación que demuestra que Jesús es el Hijo de Dios. Todas las señales sobrenaturales que hizo, muestran la naturaleza única de Jesús.
Jesús se negó muchas veces a hacer milagros para atraer la atención de las personas, para lucirse o deslumbrar a los que lo veían, le interesaba más bien dejar lecciones concretas que enseñaran algo acerca de Él.
Muchas personas hoy niegan a Cristo como el Hijo de Dios, lo consideran solo un maestro, o quizás un loco que se atrevió a desafiar a los religiosos de su época.
La Palabra de Dios nos dice: “Bienaventurados los que no vieron y creyeron.” Hay que creer, de lo contrario estamos sin Cristo, sin esperanza y sin gozo.
A Tomás, el discípulo de Jesús, le costó creer, luego al encontrarse con Cristo resucitado se avergonzó de su incredulidad y dijo: “Señor mío, Dios mío”.
El Espíritu Santo que mora en nosotros, da testimonio de su Presencia en nuestra vida. “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.” Romanos 8.16.
Estudiemos su Palabra, porque ella nos revelará a Jesús en toda su plenitud. “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.” Juan 5.39.
Dios les bendiga abundantemente.

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