TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“No
sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien
practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador,
ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación
para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones
Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti. Perfecto serás delante de
Jehová tu Dios”. Deuteronomio 18.10 – 12
No
es extraño que personas de toda cultura y profesión, ya sea por curiosidad o
buscando apoyo, hayan participado en hechicerías y prácticas supersticiosas,
como lo hizo el pueblo de Israel. Creen que en momentos de incertidumbre o
ansiedad, estas los librarán de peligros o les ayudarán a alcanzar sus metas.
Es posible que hayan recibido algún “favor”. Pero el diablo solo puede hacer
“prodigios y señales mentirosos” (2 Tesalonicenses 2.9), ya que él no puede
hacer nada verdadero ni bueno, porque él vino para “matar, hurtar y destruir”;
solo Jesucristo puede hacer milagros indiscutibles, ya que él “ha venido para
dar vida y vida en abundancia” (Juan 10.10).
Dios nos ha sacado de las tinieblas y nos ha introducido en su reino admirable para que vivamos en su luz, ahora somos ciudadanos del cielo y por lo tanto debemos ser luz en medio de este mundo, diferentes a los demás pueblos y religiones, porque Él ha escogido para sí un pueblo celoso de buenas obras. Somos embajadores del reino de los cielos y consecuentemente debemos representar muy bien el lugar de donde somos.
David declara: “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, Y él aprueba su camino. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, Porque Jehová sostiene su mano. Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan. En todo tiempo tiene misericordia, y presta; Y su descendencia es para bendición. Apártate del mal, y haz el bien, Y vivirás para siempre. Porque Jehová ama la rectitud, Y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados; Mas la descendencia de los impíos será destruida» (Salmo 37. 23 - 28).
Dios nos ha sacado de las tinieblas y nos ha introducido en su reino admirable para que vivamos en su luz, ahora somos ciudadanos del cielo y por lo tanto debemos ser luz en medio de este mundo, diferentes a los demás pueblos y religiones, porque Él ha escogido para sí un pueblo celoso de buenas obras. Somos embajadores del reino de los cielos y consecuentemente debemos representar muy bien el lugar de donde somos.
David declara: “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, Y él aprueba su camino. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, Porque Jehová sostiene su mano. Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan. En todo tiempo tiene misericordia, y presta; Y su descendencia es para bendición. Apártate del mal, y haz el bien, Y vivirás para siempre. Porque Jehová ama la rectitud, Y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados; Mas la descendencia de los impíos será destruida» (Salmo 37. 23 - 28).
La
Biblia pregunta: “¿Qué participación tiene la luz con la oscuridad? ¿Qué
armonía hay entre Cristo y Satanás?”. Por tal razón, los auténticos hijos de
Dios debemos mantenernos apartados de la hechicería y la superstición, y
mantenernos perfectos delante de su presencia.
Dios
les bendiga abundantemente.
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