jueves, 9 de abril de 2020

LO QUE DEBEMOS CONOCER



LO QUE DEBEMOS CONOCER
Fe, experiencia y testimonio personal.

Un hombre y una mujer de Dios deben poseer una fe propia, que le permita resistir en el día malo. Como aquel «árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace prosperará.» (Salmo 1.3).

El hombre de Dios permanece fundado y firme en la fe (Colosenses 1.23). Su característica fundamental no es el abundante follaje ni la regia estampa, sino la firmeza de su fe, por lo que puede permanecer firme aún en las pruebas más duras.
El hombre y la mujer de Dios no tienen una fe parásita, sino una fe personal, propia, producto de una visión personal. Su actuar no depende de la fe de otros, como tampoco depende de la incredulidad de otros. Aunque bien sabemos que en la casa de Dios se recibe y se da ayuda, con todo, la firmeza de un creyente se basa en una fe personal, producto de haber visto al Señor.
Tienen una historia personal. Hay una carrera que están corriendo. Pueden reconocer claramente los hitos de esa carrera. Pueden dar testimonio de las misericordias de Dios en cada una de esas etapas. Pueden decir, como Pablo: «Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia.» (Gálatas 1.15).
Y como David: «Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre… No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.» (Salmo 139.13, 15 - 16). De ahí en más, pueden reconocer la mano de Dios librándole, guardándole y guiándole como un padre libra, guarda y guía a su propio hijo.
¡Qué consuelo es, en el día de la prueba, en el día en que el cielo se nubla y las esperanzas flaquean, hacer memoria de las misericordias de Dios y enumerarlas una por una! Podrán las circunstancias dar en contra, y tratar de desmentir la realidad de Dios en nuestra vida, pero desde lo profundo de nuestro ser, y aún desde los registros de nuestra memoria, surge un testimonio inconfundible a favor de Dios, de su amor tantas veces probado, de su paciencia infinita, de sus incontables favores y misericordias disfrutadas día tras día. Sólo quien ha visto la mano de Dios siguiéndole paso a paso en el camino de la vida podrá resistir firme en el día malo, y, habiendo acabado todo, estar firme.
De esta fe personal, y de esta experiencia personal, surge necesariamente un testimonio personal.
Dios les bendiga abundantemente.

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