miércoles, 15 de abril de 2020

LO QUE DEBEMOS CONOCER



LO QUE DEBEMOS CONOCER
Discernimiento espiritual. 

La mejor descripción de nuestros tiempos la hace el apóstol Pablo en 2 Timoteo 3.1: «También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.»

Los postreros días son los nuestros; su característica: peligrosos. Ya en los días de Pablo se veían venir, por lo cual dice a los ancianos de Efeso, en su despedida: «Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos» (Hechos 20.29-30). Aunque Pablo estaba con ellos, y les miraba cara a cara en ese momento, parece que ni él mismo podía haber evitado que tal cosa sucediera. Lo único que podía hacer era advertirles.
El signo de los tiempos que vivimos es la apostasía y la confusión. Esto está muy bien descrito en las palabras del Señor de Mateo 24, y en las últimas epístolas del Nuevo Testamento.
«Respondiendo Jesús les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán» (Mateo 24.4-5); «Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará» (Mateo 24. 10-12). «Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes» (Mateo 24. 23-25).
La palabra «Cristo» significa «ungido». Hoy no oímos a muchos decir que ellos sean el Cristo (tal cosa sería demasiado ingenua y a pocos podría engañar), pero sí hay algunos que se autoproclaman «ungidos», que es lo mismo. Estos «ungidos» son los que se arrogan la exclusividad de la unción, que se creen únicos en su género, escogidos para una misión especial, que nadie más podría desarrollar.
Un «ungido» de esta clase se considera a sí mismo superior a los demás. Si él es «el ungido», entonces los demás no lo son. Pero nosotros sabemos, en cambio, a la luz de las Escrituras, que uno sólo es el Cristo (es decir, el Ungido), el Señor Jesús; y lo es, no porque se haya autoproclamado como tal, sino porque «Dios le ha hecho Señor y Cristo». (Hechos 2.36). Todos los demás, declarados o encubiertos, son «falsos Cristos».
«Porque debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios … ingratos … implacables … calumniadores, intemperantes, crueles … traidores … infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita … éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe … más los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados» (2 Timoteo 3.1-5,8,13).
He aquí una galería de engañadores, un amplio repertorio de caracteres maleados por el pecado.
Ellos no están lejos de los verdaderos hijos de Dios, están muy cerca, ellos tienen «apariencia de piedad», pero no la practican. Parece que son, pero no lo son.
Esto es lo que hace necesario tener discernimiento.
Si las cosas se mostraran en extremos de blanco y negro sería fácil distinguirlas, pero la dificultad está en que se muestran (más bien, se esconden) con matices muy sutiles, distinguibles sólo a quienes tienen los ojos ungidos con colirio. Es necesario tener una mirada espiritual penetrante para poder ver más allá del ropaje externo. Estos engañadores son los «que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces» (Mateo 7.15).
Estos son los falsos maestros de este tiempo. Ellos tienen un discurso atractivo, una moral muy abierta, tienen criterios muy amplios, son relativos y ambiguos. Ellos no molestan a los pecadores con un llamado al arrepentimiento.
Estos falsos maestros viven en deleites, aman el dinero, siguen los deseos de la carne, porque nunca han aceptado la operación de la cruz sobre su alma. Y lamentablemente, muchos otros, que andan también tras sus propios deseos, caerán en sus redes para juicio y destrucción. En cambio, los que aman al Señor y quieren hacer su voluntad, escaparán.
Dios les bendiga abundantemente.

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