lunes, 6 de abril de 2020

LO QUE DEBEMOS CONOCER



LO QUE DEBEMOS CONOCER
Aclarando la fe.

Es, pues, el misterio de Cristo y de la iglesia, el que el apóstol Pablo tuvo que aclarar a todos. Él vivió en tiempos en que el judaísmo, con toda la herencia de Moisés y los profetas, era, para los judíos, probadamente la religión verdadera. Aquí en este contexto, Pablo debió establecer claras diferencias entre el judaísmo y la doctrina de Cristo, y mostrar ésta no como un mero complemento de aquélla, sino como la nueva y definitiva revelación de Dios, no sólo para los judíos, sino para el mundo entero.

En tal encrucijada, Pablo echó mano a toda la luz que de Dios había recibido, para proclamar y defender el verdadero evangelio, la salvación sólo por la fe de Jesucristo, la gracia como contrapuesta a las obras de la ley, la libertad del creyente en Cristo.
En tal misión hallamos a Pablo enfrentando públicamente a Pedro en Antioquía, y luego escribiéndole con todo ahínco a las iglesias de Galacia: «Estoy perplejo en cuanto a vosotros» (Gálatas 4.20); « ¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad…?» (Gálatas 3.1).
En tal misión lo tenemos en el Concilio de Jerusalén oponiéndose a los judaizantes legalistas, que querían poner pesadas cargas sobre los hombros de los discípulos. En tal misión lo tenemos enfrentándose a judíos (fariseos, saduceos, sacerdotes), griegos (epicúreos, estoicos) y romanos; ante gobernadores, reyes, y ante el propio emperador.
Vemos también a Pablo soportando la apostasía de algunos colaboradores (Himeneo, Fileto, Demas, Figelo, Hermógenes, Onesíforo, Alejandro el calderero), en tiempos peligrosos y de creciente deterioro. Lo vemos, finalmente, prisionero en Roma, solitario en su primera defensa, pero con la satisfacción de la misión cumplida, hasta su muerte poco después.
¿De dónde provenía la fuerza, la competencia de este hombre de Dios? Evidentemente, no de su formación intelectual o religiosa.
En la epístola a los Filipenses, Pablo reniega de su formación farisaica con palabras contundentes. En efecto, luego de enumerar allí los diversos antecedentes de su currículum en cuanto a la carne, dice: «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.» (Filipenses 3.3 - 8).
Su anterior formación farisaica es, para él, «pérdida» y «basura», al igual que todas las demás cosas de la carne. No es, por tanto, en su formación humana, sea intelectual o religiosa, en donde tenemos que buscar el origen de su competencia.
«No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, más el espíritu vivifica.»
(2 Corintios 3.5 - 6).
¿Fue por los años que pasó a los pies de Gamaliel aprendiendo la ley? No.
¿Es por la excelencia de su linaje? No. ¿Es por su formación en las letras griegas y romanas. No.
Sus fuerzas venían de su relación con Cristo y la presencia del Espíritu Santo en él.
Dios les bendiga abundantemente.

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