viernes, 3 de abril de 2020

LO QUE DEBEMOS CONOCER



LO QUE DEBEMOS CONOCER
El Espíritu Santo está por sobre los temperamentos.

El temperamento está definido como la “Manera natural con que un ser humano interactúa con el entorno, es la naturaleza general de la personalidad basada en las características del tipo de sistema nervioso, y ocupa la habilidad para adaptarse, el estado de ánimo, la intensidad, el nivel de actividad, la accesibilidad y la regularidad”.

Cada persona nace con un temperamento definido y por esta razón muchos cristianos “excusan” sus procederes atribuyendo su manera de ser al temperamento y aun limitando la obra del Espíritu Santo como si Dios no pudiera contra los temperamentos.
La frase “Yo soy así y no puedo cambiar”, no es una realidad en la transformación del cristiano, pues tenemos la mente de Cristo y el poder del Espíritu Santo actuando en nosotros y por medio de nosotros (1 Corintios 2.16; Efesios 3.16).
Él es poderoso para guardarnos sin caída (Judas 1.24), pero aún nuestra voluntad y nuestras decisiones deben ser sujetas a lo que Él determina en nuestro proceso de transformación.
Es bien conocido que cada tipo de temperamento tiene sus fortalezas y sus debilidades, y la idea es permitir que Dios actúe sobre los aspectos que deben mejorar en nuestro propio temperamento.
La verdadera transformación ocupa todas y cada una de las áreas de nuestra vida porque una transformación genuina que viene de parte de un Dios sabio y excelente no puede ponérsele limitaciones. Él nos forma y nos modela hacia la perfección para que nuestra vida refleje Su gloria.
Dios quiere que tomemos la forma de Cristo, que el Señor sea formado en nosotros, que nos despojemos de la pasada manera de vivir, ese viejo hombre que actúa indignamente como si fuera un vicio y que nos vistamos del nuevo hombre que tiene la forma de Cristo, y que actúa en justicia y santidad (Efesios 4.22-24).
Una vez que nuestra vida pasa a ser de Cristo, nuestra manera natural de interactuar y de proceder debe reflejar esa gloria de Dios, es decir nuestro temperamento debe apegarse a nuestra nueva naturaleza: la de Dios, porque el Espíritu está sobre el temperamento y el carácter y no al contrario.
Todo en nosotros está condicionado para que la metamorfosis ocurra, para que en nuestra vida ocurra una transformación genuina en cada área, siendo ejemplo de buenas obras de tal manera que nadie tenga nada malo que decir de nosotros, (Tito 2.7).
Gálatas 5:22-23, detalla el fruto de un temperamento que ha sido moldeado por el Espíritu de Dios. Él quiere que aún con ese temperamento que refleja nuestra personalidad, seamos modelos en “palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4.12) y que en nuestras debilidades el poder de Dios sea manifestado (2 Corintios 12.9) para hacernos perfectos y cabales sin que nos falte nada (Santiago 1.4).
Dios les bendiga abundantemente.

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