jueves, 16 de abril de 2020

LO QUE DEBEMOS CONOCER



LO QUE DEBEMOS CONOCER
La batalla de la fe. 

«… Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios … rechazan la autoridad … Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho» (Judas 3-4, 8, 16).

Aquí hay un llamado a dar la batalla en defensa de la fe. Han entrado hombres perversos que convierten en libertinaje la gracia de Dios.
Esto es el cumplimiento de lo que Pablo veía venir y de lo cual advierte a los gálatas: «No uséis la libertad como ocasión para la carne» (5.13). Estos son los que cínicamente tergiversaban la enseñanza de Pablo, diciendo: «Hagamos males para que vengan bienes». Es decir: «Pequemos para que, abundando el pecado, la gracia sobreabunde.» (Romanos 3.8 y 5.20).
Hoy en día, esta doctrina está en el corazón de muchos que en el pasado conocieron la gracia de Dios.
Ellos recibieron la verdad y se apartaron del pecado, pero después volvieron a caer en las mismas cosas de las cuales habían huido, porque amaron el pecado.
En estos se cumplen aquellas terribles sentencias de 2 Pedro 2.20-22, dolorosas, incluso, de reproducir: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”.
No hay cosa más dolorosa que ver a los que un día recibieron la gracia y profesaron la fe del Hijo de Dios, volver a sus antiguos pecados, como si nunca la verdad les hubiera resplandecido.
Estas cosas nos deben tener siempre alertas, advertidos de lo peligrosos que son estos tiempos, para conducirnos en temor todo el tiempo de nuestra peregrinación. Que el Señor nos ayude. Amén.
Dios les bendiga abundantemente.

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