CADA DÍA CON DIOS
Una sociedad sin Dios
“Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22. 39)
En la sociedad actual,
que cada uno vive en un individualismo asombroso, confiado en una aparente
seguridad y tranquilidad basada en lo que a cada uno le parece bien, en lo que
le cabe conforme a sus ideas y a su forma de ser.
El individualismo
prevalece sobre el bien común; el yo reina, y cuando el yo reina, no nos
importa nada del otro. La vida humana cada día vale menos, nos hemos
acostumbrado, a través de los canales de noticias, a ver la muerte violenta de
otros, en guerras, accidentes, asaltos, entrar a toda hora en nuestros hogares.
Los robos, muertes y
violaciones ya son solo una estadística.
Los mismos que
defienden el lema Ni una menos, son los que salen a la calle a pedir aborto
legal y gratuito.
Son las mismas marchas
que reclaman trabajo las que cortan calles y no permiten que aquellos que van a
trabajar lleguen a horario y cuiden el trabajo que ellos dicen reclamar.
Al sumar el comportamiento
de la sociedad de todo un país y el acontecer nacional, la sociedad actual se
parece mucho a Sodoma y Gomorra. Y si DIOS no ha enviado fuego del cielo es
porque ha hecho una promesa, de que no castigará al hombre como lo hizo en el
tiempo de Noé, o en el tiempo de Lot, y su amor es mayor que el pecado, y él
sabe que en este país tiene a mucha gente que salvar aún.
La globalización de
ideas, pensamientos, múltiples perspectivas, puntos de vistas, donde los
valores están siendo cuestionados y puestos fuera de fuego; la moda del siglo
21, exige más que nunca que el cristiano mantenga sus convicciones.
Hay el mundo hay dos
posiciones, un grupo de personas que están convencidos de que sus convicciones
son totalmente correctas y el otro grupo de personas que sostienen que son
incuestionablemente incorrectas. Este es el debate que en el siglo 21 ha
fortalecido la idea de la globalización ante la cual es necesario luchar y
defender los valores que son convicciones personales, sociales y espirituales
innegociables.
Todo lo que está en
contra de la Biblia, y en contra de lo que ordena el Espíritu Santo, es pecado.
Lo que ofende al
prójimo, lo que no beneficia a los demás, lo que no está motivado por el amor
verdadero, lo que se hace sin fe, y lo que no se hace en santidad y ética es
pecado y es incorrecto, aunque el resto del mundo diga lo contrario.
Jesús dijo a sus discípulos: «Amaos los unos a
los otros como yo os he amado» (Juan 13. 34)
Dios les bendiga abundantemente.
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