UN MOMENTO CON DIOS
La incredulidad en la vida del
cristiano
"Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo." (Hebreos 3. 12)
La incredulidad en la vida del
cristiano es una paradoja que desafía la esencia misma de la fe. A pesar de
conocer las promesas de Dios, experimentar Su amor y ver Su obra en nuestras
vidas, aún podemos caer en la trampa de la duda. La incredulidad no siempre se
manifiesta como una negación abierta de Dios, sino como una falta de confianza
en Su poder, en Su tiempo y en Su voluntad.
La Biblia nos advierte sobre
los peligros de la incredulidad. En Hebreos 3. 12 se nos exhorta: "Mirad,
hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para
apartarse del Dios vivo." La incredulidad no solo nos aleja de Dios, sino
que también nos impide recibir Sus bendiciones. Un claro ejemplo es el pueblo
de Israel en el desierto, que, a pesar de haber visto milagros extraordinarios,
dudó de la fidelidad de Dios y, como consecuencia, no entró en la tierra
prometida.
Jesús también confrontó la
incredulidad en Su ministerio. En Mateo 13. 58 se nos dice que en Su propia
tierra "no hizo muchos milagros allí a causa de la incredulidad de
ellos." La falta de fe limita la obra de Dios en nuestras vidas, no porque
Su poder disminuya, sino porque nuestro corazón se cierra a Su intervención.
La incredulidad puede surgir
en momentos de prueba, cuando las circunstancias parecen contradecir las
promesas divinas. Sin embargo, la fe genuina no depende de lo que vemos, sino
de la confianza en lo que Dios ha dicho. Como Jesús le dijo a Tomás en Juan 20.
29: "Bienaventurados los que no vieron, y creyeron."
Para vencer la incredulidad,
debemos alimentar nuestra fe con la Palabra, recordar las obras de Dios en
nuestra vida y orar con confianza.
Dios les bendiga
abundantemente.

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