UN MOMENTO
CON DIOS
Tomando Decisiones Acertadas
“Te haré entender, y te enseñaré el camino que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” (Salmos 32. 8)
Sin duda que existen
decisiones que marcan el rumbo de nuestra vida y por ello en muchas ocasiones,
se torna complicado discernir el camino que resultará mejor para nuestro futuro
y que estará en consonancia con el propósito que Dios tiene para nosotros. Lo
que, si es cierto, es que el lugar donde nos encontramos hoy se debe en gran
parte a las decisiones que tomamos ayer y el lugar en donde mañana lleguemos
será producto de las decisiones que tomamos hoy.
Por ello resulta indispensable
cultivar los hábitos que Dios nos proporciona mediante su palabra para dar los
pasos necesarios que nos lleven a cumplir ese propósito de bien que Él desea
para nosotros. De allí que una buena decisión estará guiada por 3 pasos: la
dirección del Señor, la evaluación de las opciones y la paciencia para esperar
la respuesta de Dios.
Orar buscando la dirección del
Señor, así como mantenernos constantes en la meditación de Su palabra, es
fundamental para tomar la decisión que nos lleve por el camino correcto. Dios
nos ha dado hermosas promesas que respaldan el hecho de que, si buscamos su
dirección, Él va a guiarnos: " Fíate de Jehová de todo tu corazón, y
no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él
enderezará tus veredas " (Proverbios 3. 5 - 6)
La palabra nos invita a
evaluar las consecuencias positivas y negativas de nuestros actos y si afectan
a otros a nuestro alrededor. Aunado a ello debemos prever siempre el peor
escenario ante cualquiera de las opciones que tenemos. Prevenir antes que
lamentar es la premisa que nos dan las Escrituras, cuando en Proverbios 22.3
nos dice: “El avisado ve el mal y se esconde; Mas los simples pasan y reciben
el daño”.
Una vez que el Señor nos ha
guiado a valorar la mejor opción y luego de haberla tomada, debemos tener la
suficiente serenidad para obtener de Él la respuesta necesaria.
Debe ser una espera de
confianza y fe en que Dios rendirá los frutos que requerimos en ese momento. Es
como la espera del agricultor que trabaja la tierra y recibe con gratitud en el
momento justo el fruto de su trabajo. Como dicta la palabra: “Mirad cómo
el labrador espera el precioso fruto de la tierra, guardando con paciencia
hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía”. (Santiago 5. 7)
Dios les bendiga
abundantemente.

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