domingo, 8 de marzo de 2020

LO QUE DEBEMOS CONOCER



LO QUE DEBEMOS CONOCER
Acerca de la Seguridad de la Salvación

“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que ama al que engendró ama también al que es nacido de él. En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. Pues éste es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe”. 1 Juan 5.1 – 5


Algo básico que todo cristiano debe saber sin duda, es que es salvo.
Ahora, ¿qué significa ser salvo?
Primero, quiere decir que cada pecado ha sido perdonado y enterrado en la tumba del completo olvido de Dios.
Segundo, quiere decir que Jesucristo por medio del Espíritu Santo viene a vivir en nosotros para darnos paz, poder y propósito.
Tercero, significa que cuando muramos o cuando Cristo vuelva, iremos al hogar celestial para estar con él por la eternidad.
Todo cristiano necesita tener la absoluta seguridad de que ha experimentado la salvación. Es mejor ser un cristiano seguro que un cristiano dudoso. No podemos ir por ahí con algo así como un signo de interrogación y con la cabeza agachada, sino con un signo de admiración.
Cuando hablamos sobre la seguridad de la salvación hablamos sobre algo de vital importancia.
No hablamos de preferencias denominacionales. Hablamos del destino eterno del alma humana. Hablamos de un alma eterna que nunca muere. Debemos tener absoluta certeza de algunas cosas.
Para ser victorioso en la vida cristiana debemos decir con convicción: «Sé que soy salvo. Sé que soy nacido del cielo y que estoy unido al cielo».
La Biblia dice que la salvación, cuando es genuina, no se pierde. Porque quien es salvo de manera genuina tiene al Espíritu de Dios morando en su interior, y jamás podrá cometer un pecado tan atroz como para perder su salvación. Quienes sí pueden cometerlos, son aquellos que se han limitado a levantar una mano en una campaña o han repetido casi sin pensar unas palabras que alguien le indicó. Y estos no van a perder su salvación por una sencilla razón: jamás la tuvieron, todavía.
Si es imposible que los hijos de Dios pasen a veces por momentos difíciles de duda, el apóstol Juan escribió: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”. Evidentemente algunos estaban teniendo serios cuestionamientos y dudas respecto a su salvación. Quizás otros creían que eran salvos, pero en realidad no lo eran. Dudar no necesariamente significa que no seamos salvo, tendemos a dudar de lo que creemos.
La duda es al espíritu lo que el dolor es al cuerpo.
El dolor no significa que uno esté muerto. El dolor indica que hay vida, pero que algo anda mal; que una parte del cuerpo no está funcionando como debería. De esa manera, la duda es posible, más no buena. No hay algún cristiano que sea verdaderamente efectivo en su servicio al Señor, sin tener la completa seguridad de su salvación. Aun así, debemos admitir que los cristianos pueden tener dudas y aun así ser salvos.
La seguridad empieza con el nuevo nacimiento “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que ama al que engendró ama también al que es nacido de él”. (1 Juan 5.1).
Dios les bendiga abundantemente.

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