LO
QUE DEBEMOS CONOCER
Acerca
de la Seguridad de la Salvación
“Todo
aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que ama
al que engendró ama también al que es nacido de él. En esto sabemos que amamos
a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. Pues
éste es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no
son gravosos. Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la
victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe”. 1
Juan 5.1 – 5
Algo
básico que todo cristiano debe saber sin duda, es que es salvo.
Ahora,
¿qué significa ser salvo?
Primero,
quiere decir que cada pecado ha sido perdonado y enterrado en la tumba del
completo olvido de Dios.
Segundo,
quiere decir que Jesucristo por medio del Espíritu Santo viene a vivir en
nosotros para darnos paz, poder y propósito.
Tercero,
significa que cuando muramos o cuando Cristo vuelva, iremos al hogar celestial
para estar con él por la eternidad.
Todo
cristiano necesita tener la absoluta seguridad de que ha experimentado la
salvación. Es mejor ser un cristiano seguro que un cristiano dudoso. No podemos
ir por ahí con algo así como un signo de interrogación y con la cabeza
agachada, sino con un signo de admiración.
Cuando
hablamos sobre la seguridad de la salvación hablamos sobre algo de vital
importancia.
No
hablamos de preferencias denominacionales. Hablamos del destino eterno del alma
humana. Hablamos de un alma eterna que nunca muere. Debemos tener absoluta
certeza de algunas cosas.
Para
ser victorioso en la vida cristiana debemos decir con convicción: «Sé que soy
salvo. Sé que soy nacido del cielo y que estoy unido al cielo».
La
Biblia dice que la salvación, cuando es genuina, no se pierde. Porque quien es
salvo de manera genuina tiene al Espíritu de Dios morando en su interior, y jamás
podrá cometer un pecado tan atroz como para perder su salvación. Quienes sí
pueden cometerlos, son aquellos que se han limitado a levantar una mano en una
campaña o han repetido casi sin pensar unas palabras que alguien le indicó. Y
estos no van a perder su salvación por una sencilla razón: jamás la tuvieron,
todavía.
Si
es imposible que los hijos de Dios pasen a veces por momentos difíciles de
duda, el apóstol Juan escribió: “Estas cosas os he escrito a vosotros que
creéis en nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna”.
Evidentemente algunos estaban teniendo serios cuestionamientos y dudas respecto
a su salvación. Quizás otros creían que eran salvos, pero en realidad no lo
eran. Dudar no necesariamente significa que no seamos salvo, tendemos a dudar
de lo que creemos.
La
duda es al espíritu lo que el dolor es al cuerpo.
El
dolor no significa que uno esté muerto. El dolor indica que hay vida, pero que
algo anda mal; que una parte del cuerpo no está funcionando como debería. De
esa manera, la duda es posible, más no buena. No hay algún cristiano que sea
verdaderamente efectivo en su servicio al Señor, sin tener la completa
seguridad de su salvación. Aun así, debemos admitir que los cristianos pueden
tener dudas y aun así ser salvos.
La
seguridad empieza con el nuevo nacimiento “Todo aquel que cree que Jesús es el
Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que ama al que engendró ama también al
que es nacido de él”. (1 Juan 5.1).
Dios
les bendiga abundantemente.
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