LO
QUE DEBEMOS CONOCER
El
pecado domina la mente
En
el Salmo 51 versículo 3, David dice: «Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi
pecado está siempre delante de mí». Piense en la expresión: «Y mi pecado
está siempre delante de mí».
Día
y noche, noche y día, lo que David había hecho se había grabado de tal manera
en su conciencia, retumbaba tanto en su espíritu que todo el tiempo estaba
consciente de ello. Una prueba para saber si usted es salvo no es ver si puede
pecar, sino ver si puede pecar y simplemente ignorarlo, olvidarlo.
Si
somos hijos de Dios, el Espíritu Santo no nos permitirá ignorarlo ni olvidarlo.
El Espíritu Santo pondrá su dedo en la llaga y hará presión.
David
dijo: «Mi pecado está siempre delante de mí». El pecado cometido dominaba su
mente. Eso no significa que conscientemente él estuviera pensando en el pecado
todo el día.
En
su corazón y en su vida podemos haber pecado. Es probable que estemos
intentando resolver un problema de matemáticas. Puede que en ese preciso
momento no estemos pensando en ese pecado, pero no significa que el pecado no
esté siempre allí.
Ahí
está, ya sea en nuestra mente consciente o quizás peor, en nuestra mente
subconsciente. Podemos darle un empujón y quitarlo del frente de la puerta, pero
él rondará la casa y entrará por una ventana. Se presentará en nuestro
subconsciente con un temperamento irritable, con desconcentración, insomnio,
falta de gozo. El pecado estará allí noche y día.
Si
sencillamente podemos pecar y olvidarlo, necesitamos preguntarnos: «¿En
realidad he sido salvo?».
Hay
dos tipos de heridas que pueden llegar al alma humana, a la psiquis humana: una
es la culpa y otra la tristeza. La tristeza es una herida limpia; debemos darle
tiempo y sanará, pero la culpa es una herida sucia. Simplemente se infecta y
sigue así sin detenerse hasta que sea limpiada. Por eso David ora: «Oh Dios, mi
alma se siente sucia, mi mente está dominada por lo que he hecho».
Dios
les bendiga abundantemente.
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