LO
QUE DEBEMOS CONOCER
Entendiendo
el cuerpo, el alma y el espíritu.
Cuando
el cuerpo está bien, estamos saludables, y cuando el alma está bien, estamos
contentos. Cuando el espíritu está bien, podemos vivir en santidad. Así es como
Dios quiso que el hombre estuviera. Así era Adán antes del pecado. Tenía un
cuerpo saludable, estaba feliz en su alma y era santo en su espíritu. Era una
persona completa.
Cuando
el diablo viene a tentar, ¿cómo lo hace? En el cuerpo, el alma o el espíritu.
Recordemos,
tenemos tres enemigos: el mundo, la carne y el diablo. Encontraremos que cada
uno de esos enemigos nos atacarán en una parte de nuestra naturaleza.
El
mundo nos atacará sobre todo en el alma. ¿Qué es el alma? El ego, el yo, la
mente, las emociones y la voluntad. Un cristiano mundano es simplemente una
persona cuya mente, emociones y voluntad han sido acopladas a los patrones del
mundo.
Muchos
hombres de hoy en día afirman confiar en Dios, pero sus actos demuestran cuán
egocéntricos son.
La
carne ataca el cuerpo, nuestra naturaleza pecaminosa, nos tienta principalmente
en el área del cuerpo. El cuerpo no es malo, pero la vieja carne nos tentará en
el área de nuestro cuerpo y nuestra vida física. Estamos hablando de pecados de
glotonería, violencia, pereza, impureza, perversión.
Cuando
Dios dice: «Huid de la fornicación», cuando dice, «no cometerás adulterio», no
está intentando mantenernos alejados de las relaciones sexuales; está
llamándonos a disfrutarlas dentro de los lineamientos de su Palabra y su
voluntad. Las relaciones sexuales son un maravilloso regalo de Dios, pero el
diablo es un pervertido, y pervertirá lo que es bueno, virtuoso y santo. Así
que él toma la carne, esa vieja naturaleza pecaminosa, y toma algo como el
cuerpo, que es bueno, lo tuerce y lo pervierte.
Mientras
el mundo pelea contra el alma, la carne pelea contra el cuerpo.
El
diablo ataca el espíritu, él no ataca principalmente el cuerpo, sino el área
del espíritu. El diablo pelea contra su espíritu.
Recordemos
que el espíritu es la parte de nuestra naturaleza que nos permite conocer a
Dios y rendirle culto, y eso es lo único que el diablo no quiere. Él quiere
crear una división entre nosotros y Dios.
Él
prefiere a un hombre seguro de sí mismo, que crea que puede manejarlo todo, que
no necesita ninguna dependencia de Dios. El diablo no está en contra de la
religión o la buena conducta. Igual de rápido nos enviará al infierno ya sea
desde el banco de la iglesia o desde una calle.
Cuando
Jesús iba hacia el Calvario les dijo a sus discípulos que iba a ser
crucificado. Simón Pedro dijo: “Señor, que esto nunca te suceda. ¡No Señor!”.
Jesús le dijo: “Pedro, Satanás te ha pedido para zarandearte como si
fueras trigo, pero yo he orado por ti para que no falle tu fe”. Y Pedro
dijo: “Señor, si es necesario iré contigo a la prisión y hasta la
muerte”. Y Jesús le dijo: “Pedro, antes de que el gallo cante, tres
veces habrás negado que me conoces” (Mateo 16.22; Lucas 22.33 - 34)
¿En
qué área de Pedro estaba trabajando Satanás? En su fe, su relación con Dios. De
eso se trataba la tentación, de negar a Jesús. Su espíritu estaba bajo ataque,
su fe se debilitó, y era el diablo el que estaba haciendo todo eso.
Cuando
lo hace, la Biblia nos dice que usemos el “escudo de la fe” para protegernos
contra los dardos de fuego de la duda provenientes de Satanás (Efesios 6.16).
Es
así que los peldaños de la tentación son el cuerpo, el alma y el espíritu. El
mundo ataca sobre todo el alma. La carne ataca principalmente al cuerpo, y el
diablo ataca el espíritu.
Dios
les bendiga abundantemente.
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