domingo, 22 de marzo de 2020

LO QUE DEBEMOS CONOCER



LO QUE DEBEMOS CONOCER
La diferencia entre la acusación y la convicción
         
Necesitamos aprender la diferencia entre la acusación satánica y la convicción del Espíritu Santo.
El diablo es el acusador de los hermanos. El diablo nos acusará de pecados que ya hemos confesado. Él intentará desenterrarlos. Cuando Dios los entierra, se han ido, nunca los volverá a exponer. «Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad». (1 Juan 1. 9)
«…Lo que Dios ha purificado no lo tengas tú por común» (Hechos 11.9). Porque «…la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1.7).
En ocasiones el diablo nos acusará de cosas que hizo hicimos hace años. Recordemos que si hemos entregado nuestra vida al Señor Jesús y hemos confesado nuestros pecados, aunque el diablo pretenda sacarlos a la luz, ya el Señor nos ha limpiado de esos pecados por medio de su preciosa sangre vertida en la cruz.  
El diablo intentará hacerlo sentir culpable sin ninguna razón. El diablo tratará de sacar a relucir el pecado que ya ha sido perdonado, o buscará la forma de hacerlo sentir mal acerca de algo sin darle un nombre. Eso es acusación.
¿Qué es la convicción? La convicción es el Espíritu Santo diciendo: «Tú has hecho esto, esto y esto», y como un buen médico presionará con su dedo, justo sobre el punto que duele. Lo llamará por su nombre y querrá que lo confesemos y seamos limpios: eso es maravilloso.
No permitamos que el diablo nos acuse de pecados que ya nos han sido perdonados, o de cosas que nunca hemos hecho. El Espíritu Santo de Dios nos convencerá de algo específico, luego lo confesaremos y seremos limpios.
Puesto que el pecado nos hace sentir sucio, Dios nos da un baño espiritual. David dice: «Lávame» (Salmo 51.2, 7). Se trata de una limpieza un tanto exterior, puesto que el pecado nos hace sentir enteramente sucios. Luego en el versículo 7, él dice: «Quita mi pecado con hisopo, y seré limpio«. Esto habla de una limpieza interior.
Ese es el poder limpiador de la gracia de Dios.         
Cuando pecamos, tan pronto limpiamos nuestro corazón de pecado, volvamos a consagrarnos.
Recordemos los cuatro pasos de restauración: Confianza, confesión, limpieza y consagración.
Así como si ponemos una mano sobre un fogón y nos quemamos, si pecamos, nos atamos al sufrimiento; pero gracias a Dios por su maravillosa, grandiosa y sin igual gracia que perdona y restaura al cristiano que peca.
Dios les bendiga abundantemente.

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