El
amor por los hermanos
“Nosotros
sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que
no ama permanece en muerte. Todo aquel que odia a su hermano es homicida, y
sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciendo en él” (1 Juan
3.14 - 15).
Recordemos
que cuando creemos en el Señor Jesucristo, nacemos de Dios, tenemos una nueva
naturaleza, la naturaleza de Dios. Recordemos también que estamos en la familia
de Dios y que también tenemos hermanos y hermanas. Así que, si somos nacidos de
Dios, automáticamente el amor estará en nuestro corazón, pues Dios es amor. Al
ser hijo de Dios somos partícipes de la naturaleza de Dios. No necesitamos una
calcomanía para nuestro auto o un prendedor para demostrar que somos
cristianos.
Jesús
dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos
por los otros” (Juan 13.35). Puesto que la naturaleza de Dios es amor,
esto es una característica de sus hijos. Si lo amamos y su amor está en
nosotros, entonces amaremos a los que él ama, es decir su amada familia. Esta
es la razón por la que no es posible decirle sí a Jesús y no a su iglesia.
Muchas descripciones y analogías describen la iglesia: La iglesia es un
edificio y Cristo es el fundamento. ¿Quién puede aceptar el fundamento y no
aceptar el edificio que descansa sobre el fundamento?
La iglesia es su novia. ¿Quién puede aceptar
al novio y no aceptar a la novia? La iglesia es un cuerpo. ¿Quién puede aceptar
a Cristo que es la cabeza, y no aceptar al cuerpo?
Es
así que una de las señales de los que han nacido dos veces es que se aman los
unos a los otros. Esto no significa que todos seamos amables por naturaleza,
más bien por naturaleza no lo somos. Una iglesia está compuesta por personas
que han reconocido que son pecadoras y se han unido con el fin de hacer algo al
respecto. Han resuelto vivir una vida de búsqueda de la dirección de Dios
amándose las unas a las otras. Todos estamos en varios puntos de nuestro
crecimiento espiritual y de nuestra santificación.
Quienes
están con nosotros en la iglesia y están siendo guiados por el Señor pueden
fallar, pero están con nosotros a bordo y son nuestros hermanos y hermanas.
Amar
a Jesús es amar su iglesia. Perseguir su iglesia es perseguir a Jesús.
Rechazar
a la iglesia es rechazar a Jesús. Amar a la iglesia es amar a Jesús. Esa clase
de amor es una marca de nacimiento del creyente.
Dios
les bendiga abundantemente.
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