jueves, 12 de marzo de 2020

LO QUE DEBEMOS CONOCER



El amor por los hermanos

“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte. Todo aquel que odia a su hermano es homicida, y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permaneciendo en él” (1 Juan 3.14 - 15).

Recordemos que cuando creemos en el Señor Jesucristo, nacemos de Dios, tenemos una nueva naturaleza, la naturaleza de Dios. Recordemos también que estamos en la familia de Dios y que también tenemos hermanos y hermanas. Así que, si somos nacidos de Dios, automáticamente el amor estará en nuestro corazón, pues Dios es amor. Al ser hijo de Dios somos partícipes de la naturaleza de Dios. No necesitamos una calcomanía para nuestro auto o un prendedor para demostrar que somos cristianos.
Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13.35). Puesto que la naturaleza de Dios es amor, esto es una característica de sus hijos. Si lo amamos y su amor está en nosotros, entonces amaremos a los que él ama, es decir su amada familia. Esta es la razón por la que no es posible decirle sí a Jesús y no a su iglesia. Muchas descripciones y analogías describen la iglesia: La iglesia es un edificio y Cristo es el fundamento. ¿Quién puede aceptar el fundamento y no aceptar el edificio que descansa sobre el fundamento?
 La iglesia es su novia. ¿Quién puede aceptar al novio y no aceptar a la novia? La iglesia es un cuerpo. ¿Quién puede aceptar a Cristo que es la cabeza, y no aceptar al cuerpo?
Es así que una de las señales de los que han nacido dos veces es que se aman los unos a los otros. Esto no significa que todos seamos amables por naturaleza, más bien por naturaleza no lo somos. Una iglesia está compuesta por personas que han reconocido que son pecadoras y se han unido con el fin de hacer algo al respecto. Han resuelto vivir una vida de búsqueda de la dirección de Dios amándose las unas a las otras. Todos estamos en varios puntos de nuestro crecimiento espiritual y de nuestra santificación.
Quienes están con nosotros en la iglesia y están siendo guiados por el Señor pueden fallar, pero están con nosotros a bordo y son nuestros hermanos y hermanas.
Amar a Jesús es amar su iglesia. Perseguir su iglesia es perseguir a Jesús.
Rechazar a la iglesia es rechazar a Jesús. Amar a la iglesia es amar a Jesús. Esa clase de amor es una marca de nacimiento del creyente.
Dios les bendiga abundantemente.

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