LO
QUE DEBEMOS CONOCER
El
pecado deshonra al Señor y nos quita el gozo.
En
el Salmo 51 versículo 4, David le dice a Dios: “Contra ti, contra ti solo
he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos. Seas tú reconocido justo en tu
palabra y tenido por puro en tu juicio”.
Pensemos
sobre la primera parte del versículo donde él dice: “Contra ti, contra ti solo
he pecado”. Pero, ¿contra quién pecó David? Al pensar en eso, podríamos decir: Al
cometer adulterio David pecó contra su propio cuerpo. Obviamente también pecó
contra su familia. Y no sólo pecó contra su cuerpo y contra su familia; pecó
contra la nación de Israel.
Ninguno
de estos pecados se menciona. Él vio el pecado como lo que realmente es, ¡una
afrenta contra el Omnipotente Dios! Como David amaba a Dios, su corazón estaba
roto. Por eso dijo: “Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo
ante tus ojos”.
Cuando
una persona quiere cometer adulterio, a veces planea una cita clandestina,
algún encuentro confidencial en algún lugar oculto. Pero David cayó en la
cuenta: “Mi Dios, me estabas mirando. Tus ojos vieron lo que hice. Oh
Dios, Dios mío, Dios, el Dios que yo amo, Señor, he pecado contra ti. No sólo
he quebrantado tu ley, sino que también he roto tu corazón”.
Un
hombre no salvo a veces se siente mal por lo que el pecado le hace. Un hombre
que es salvo se siente mal por lo que su pecado le hace a Dios. Esa es la
diferencia. ¿Qué es lo que asusta a un esclavo cuando desobedece? El látigo.
Pero cuando un hijo desobedece, es lastimado por el desagrado que le causa a su
padre.
Cuando
amamos a Dios, podemos saber que somos salvos cuando es el pecado, y no el
castigo, lo que cargamos en la conciencia.
David
posiblemente pensó: “Mi pecado no sólo ha ensuciado mi alma, no sólo ha
dominado mi mente, ¡ha deshonrado a mi Dios! Dios, he pecado contra ti”. El
pecado deprime el corazón En el versículo 8 de este salmo, David habla sobre las
consecuencias de su pecado: “Hazme oír gozo y alegría, y se regocijarán estos
huesos que has quebrantado”. Está deprimido. No tiene alegría, no tiene gozo.
¡Parecía
emocionante mientras lo hacía, mientras estaba cometiendo el pecado! Pero la
Biblia dice: “Sabroso es al hombre el pan mal adquirido; pero cuando haya
llenado su boca, se convertirá en cascajo” (Proverbios 20.17)
David
había perdido su gozo. Miremos el versículo 12: “Devuélveme el gozo de tu
salvación…”. No dice: “Señor, restaura mi salvación”, porque la tenía.
Pero
había perdido el gozo de tenerla.
La
persona más miserable sobre la tierra no es la que está perdida, sino la que es
salva pero no tiene comunión con Dios.
Sólo
una cosa nos puede quitar el gozo de nuestro corazón; no son dos, ni tres, ni
cuatro; es sólo una, y esa es el pecado. Y sólo un tipo de pecado: el propio.
Dios
les bendiga abundantemente.
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