UN MOMENTO CON DIOS
La mesa de sanidad
“Ciertamente llevó ÉL nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por DIOS! Mas ÉL fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre ÉL el castigo, y por Sus llagas fuimos nosotros curados”. (Isaías 53. 5)
Jesús sabía lo que estaba a
punto de suceder. Sentía que la muerte y la oscuridad se cernían sobre ÉL, pero
no se recluyó con el fin de prepararse para lo que vendría. Por el contrario,
el Señor decidió pasar las horas finales con Sus amigos alrededor de una mesa
con pan, vino y valor espiritual.
Jesús quería estar cerca de
aquellos a quienes “amó hasta el fin”.
El evangelista Lucas señala
que el Señor y Sus discípulos se reunieron en el aposento alto para celebrar la
Pascua. Allí, tuvieron una comida conocida como el Séder, cuya liturgia y
alimentos simbólicos recordaban cómo Dios había liberado a Israel de la
esclavitud en Egipto, aplastando los ejércitos de Faraón, y cuidando de los
antiguos esclavos en el desierto, hasta que llegaron a la tierra que ÉL les
había preparado como hogar.
En cada Pascua, las familias
judías volvían a contar la gran historia de la provisión y del rescate de Dios,
un recordatorio de que Dios seguía estando con ellos, de que ÉL restauraría y
sanaría espiritualmente a Su pueblo una vez más. Jesús sentía que la muerte y
la oscuridad se cernían sobre Él, y decidió pasar las horas finales con sus
amigos.
Por eso, la comida de Jesús
con Sus discípulos contenía todos estos ecos de la historia de Israel, y
avivaba de nuevo la fe de los Suyos en la garantía de las promesas de Dios. En
los días que vendrían después, esos hombres enfrentarían el abatimiento y la
turbación.
Heridos por el horror de la
cruz, temblarían de miedo e indignación. Se aferrarían a la esperanza, a
cualquier posibilidad de que la historia que Jesús había comenzado, aún no
había terminado. Pero toda esta angustia estaba por venir.
Por ahora, Jesús comía y bebía
con Sus discípulos, y trataba de explicar a Sus desconcertados amigos cómo iba
a entregar Su cuerpo y Su vida por la sanidad de ellos. Al ofrecer esta copa y
este pan partido, Jesús sabía que Su muerte iba a cumplir lo que el profeta
Isaías había anunciado, que serían necesarias Sus heridas para que fuéramos
curados.
Aunque los discípulos no
fueron capaces en ese momento de comprender el significado de Sus palabras,
nuestro Salvador presentó la promesa de morir y después resucitar de entre los
muertos a favor de ellos, y de los que creamos en ella.
Mateo 26. 26 - 28 “Mientras
comían, tomó Jesús el pan, lo bendijo, lo partió y dio a sus discípulos,
diciendo: —Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado
gracias, les dio, diciendo: —Bebed de ella todos, porque esto es mi sangre del
nuevo pacto que por muchos es derramada para perdón de los pecados”.
Cuando participemos de la Cena
del Señor, pensemos en lo que El hizo por cada uno de nosotros, anhelemos Su
regreso, y recordemos que Él es nuestra Pascua (1 Corintios 5.
7 “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, como
sois, sin levadura, porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada
por nosotros”).
Dios les bendiga
abundantemente.
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