UN MOMENTO CON DIOS
Dejemos que Dios nos moldee
“... ¿acaso no puedo hacer con ustedes lo mismo que hace este alfarero con el barro?” (Jeremías 18. 6)
La mayoría de los niños se
divierten jugando con barro. Para ellos es muy divertido moldear con sus manos
alguna figura, y luego con orgullo, enseñar su “obra de arte”.
Ciertamente es divertido tomar
un pedazo de lodo, amasarlo, prensarlo y darle la forma que uno quiere de
acuerdo a la creatividad de cada cual. Y si el resultado no es el esperado, tratar
de nuevo no es nada difícil. Y así una y otra vez hasta que el producto final
satisfaga al creador del mismo.
De la misma manera, el
alfarero del cual nos habla el pasaje de hoy, maniobraba con el barro con el
fin de hacer vasijas para venderlas. Y si alguna vasija se echaba a perder, él
hacía otra vasija, “hasta que le pareció que le había quedado bien”.
Dios mandó a Jeremías a casa
del alfarero con el fin de revelarle una profunda enseñanza en relación al
pueblo de Israel, y sus planes para con este pueblo. En el taller del alfarero
que hace y rehace sus vasijas, Jeremías descubre el anhelo de Dios de modelar y
remodelar a su pueblo conforme a sus designios.
Más adelante, en Jeremías 18. 7
al 10, se afirma claramente que el plan divino no se limita al pueblo de
Israel sino que se extiende a todas las naciones.
Todos los que hemos aceptado a
Jesucristo como Salvador somos ahora el pueblo de Dios, y formamos parte de los
planes de nuestro Creador.
Dios quiere que nuestras vidas
sean como el barro en sus manos. Su deseo es moldearnos de manera
que lleguemos a ser conformes a la imagen de su Hijo, dice Romanos 8.
29.
Pero a diferencia del barro
que es moldeado por las manos del alfarero sin presentar resistencia alguna en
el proceso, nosotros tenemos la capacidad de decidir, con nuestro libre
albedrío, si permitimos que el procedimiento se lleve a cabo o no.
Esto, generalmente, resulta en
obstáculos para que los planes de Dios se lleven a cabo, lo cual es sumamente
lamentable ya que el propósito del Señor en nuestras vidas es llenarnos de Su
paz, de Su gozo, de Su amor y de Sus bendiciones aún en medio de las pruebas y
dificultades por las que tendremos que pasar.
Al examinar nuestra vida, ¿podemos
decir sinceramente que somos como barro en las manos de Dios?
¿Es la obediencia un elemento
fundamental en nuestro comportamiento?
Si hemos contestado
positivamente estas preguntas, ¡Gloria a Dios!
Éste es el carácter que Dios
desea ver en sus hijos.
Si, por el contrario, reconocemos
que podemos mejorar en alguna área, hagámonos el propósito de ser como el barro
en las manos de Dios,
rindámonos a ÉL y ÉL hará
maravillas en nuestra vida.
Dios les bendiga abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario