miércoles, 4 de noviembre de 2020

Tiempo... Filipenses 3. 12

 


TIEMPO DE REFLEXIÓN

 

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. Filipenses 3. 12.

 

Cuando un país declara abierta las puertas para hacer propaganda y proselitismo para elegir a sus dirigentes políticos inventan slogans diferentes, pero la mayoría ofrecen “un cambio” echando por tierra a los dirigentes oficiales del gobierno actual al declarar que nada de los que estos han hecho ha sido bueno. Mucho de ello es verdad, pero lo que no se puede creer es que los nuevos dirigentes con seguridad dicen traen el cambio.

El cambio al principio no es colectivo ni mucho menos total. El cambio tiene un punto de partida y requiere un proceso acompañado de tiempo y esfuerzo. Eso sí, el cambio comienza en una decisión que se hace con carácter y determinación.

El cambio no debemos esperar que lo comiencen las demás personas, el cambio ha de comenzar en uno mismo. Jamás debemos pensar que es tarde y que ya se es viejo para cambiar.

DIOS nos ha creado para que todos los días cambiemos hasta que lleguemos a ser como Cristo en el momento de su venida en las nubes.

Hay un dicho que erróneamente dice: “Árbol que nace torcido nunca se endereza” para referirse a una persona. Toda persona no solo tiene derecho a cambiar y el poder para cambiar, sino que DIOS nos da la oportunidad para cambiar, no importa cuán torcido estemos.

DIOS nos ha hecho con personalidad, sentimiento, intelecto y voluntad, misma que nos capacita para pensar, sentir y decidir. De manera que, una persona normal, jamás ha de estar satisfecha en este proceso de cambio, cada día debe anhelar ser mejor para agradar a Su Creador.

El apóstol Pablo no se sentía satisfecho con lo que había hecho, su medida de proyección era ser como Cristo, esa era su meta de vida y se esforzaba todos los días para vivir y ser mejor.

Esto requiere una decisión con carácter, abandono, renuncia y un nuevo orden de prioridad. Pero también implica un autoexamen exhaustivo de la vida real para hacer un balance donde se deseche lo malo y se valore las cosas buenas para llegar al ideal.

Es muy importante que tanto la iglesia y la familia como el matrimonio y el cristiano en particular tomen una firme determinación por ser diferentes. Cada uno debe determinar cambiar.

Cambiemos nuestra forma de pensar, sentir y actuar, ya no nos ajustemos a la cultura o a la tradición para que estas nos dirijan. En vez de ello, ajustémonos a la Biblia, al Espíritu Santo, al amor de DIOS, y a la misión que tenemos. Cambiemos en obediencia a todo esto, y ese cambio hará que todo cambie.

Es tiempo de cambiar. Cambiemos en el matrimonio, en la familia, en el trabajo, en la calle, en la iglesia.

Cambiemos la forma de pensar, hablar, y actuar. Dejemos los malos hábitos. Comencemos con poco, y si cambiamos un poquito cada día, lo más seguro es que al final todo cambiara. ¡Nunca es tarde!

Dios les bendiga abundantemente.

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