viernes, 22 de noviembre de 2019

Tiempo... Génesis 25. 29 - 32



TIEMPO DE REFLEXIÓN

 “Un día en que Jacob estaba cocinando, Esaú regresó muy cansado del campo y le dijo: Por favor, dame un poco de ese guiso rojo que tienes ahí, porque me muero de hambre. (Por eso a Esaú también se le conoce como Edom.)
Primero dame a cambio tus derechos de hijo mayor contestó Jacob. Entonces Esaú dijo: Cómo puedes ver, me estoy muriendo de hambre, de manera que los derechos de hijo mayor no me sirven de nada”. 
Génesis 25. 29 – 32.

Hoy en día se pagan grandes cantidades por comida de diseño, que sobre todo gracias a los programas de televisión se han puesto de moda y han conseguido que mucha gente se especialista en comida minimalista.
Esaú volvió de su trabajo y se encontró a su hermano y entablaron una conversación: " Y Esaú dijo a Jacob: Te ruego que me des de a comer un poco de ese guisado rojo, pues estoy agotado. Pero Jacob le dijo: Véndeme primero tu primogenitura. Y Esaú dijo: He aquí, estoy a punto de morir; ¿de qué me sirve, pues, la primogenitura?" 
Hoy en día la primogenitura no tiene más sentido que ser el hijo mayor, es más, la palabra primogénito lleva a nuestra mente a siglos atrás.
Pero para estos dos hermanos la situación era distinta, la primogenitura era su identidad, marcaba su futuro, daba una posición superior de herencia, la bendición de su padre por encima de los hermanos menores y una responsabilidad espiritual en cuanto a la familia.
Esaú vendió estos privilegios por un simple plato de lentejas. Muchos hoy en día al leer esto, quizá se puedan llevar las manos a la cabeza, ¡Cómo Esaú fue capaz de hacer eso!
Esaú literalmente perdió sus privilegios por llenar su estómago, por comer algo caliente.
Por ser hijos de Dios tenemos bendiciones, bendiciones de ser sanados, la bendición de poder ser santificados, la bendición de agradar a nuestro Padre, y cuantas veces no vendemos estas bendiciones por saciarnos momentáneamente con cosas que nos libren de algún problema, con una solución humana. Cuantas veces despreciamos lo que Dios nos da con saciar nuestro corazón con cosas que en el momento cumplen pero luego poco a poco nos destrozan y nos apartan de Dios.
La diferencia entre las dos no es tan grande, y es exactamente lo mismo que cuando nosotros damos rienda suelta a nuestros deseos, dejando que nuestros instintos naturales y pecaminosos se apoderen de nuestra voluntad y nos lleven al desenfreno y rompan nuestra relación con Dios.
¿Qué vamos a hacer? ¿Nos arrepentiremos o seguiremos viviendo lejos de Dios?
¡La misericordia de Dios sigue perdonando, no tardemos y arrepintámonos!
Dios les bendiga abundantemente.

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