TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento”. Salmo 23. 4.
El
salmista no solo está hablando del momento de la muerte, sino también de las circunstancias
difíciles de la vida, aún allí debemos tener plena confianza que el mismo Dios
que nos ha acompañado y bendecido en todo momento, también lo hará en toda
circunstancia extrema.
Todos
nosotros atravesamos situaciones oscuras y peligrosas en esta vida en las que
necesitamos de la protección y el ánimo del Señor.
Como
ovejas estamos siempre expuestos a múltiples peligros, ya sea por animales
salvajes o por ladrones que se lanzan sobre el rebaño. Pero a pesar de nuestra
debilidad, podemos exclamar como el apóstol Pablo:
"Tal
como está escrito: Por causa tuya somos puestos a muerte todo el día; somos
considerados como ovejas para el matadero. Pero en todas estas cosas somos más
que vencedores por medio de aquel que nos amó." (Romanos 8. 36 - 37).
Es
natural que los hombres sintamos temor hacia lo desconocido, pero el
sentimiento de temor generalmente nos paraliza y no nos permite vivir
naturalmente las circunstancias de la
vida.
Muchas
veces tememos por cosas, que quizás nunca tengamos que vivir. La incertidumbre
sobre el futuro es más difícil para nuestra fe que la presión por algún mal
presente.
Ya
sea que miremos al presente o hacia el futuro, nunca debemos olvidar que el
Señor nos ama y nos cuida, y esto hará desvanecerse todo temor.
"En
el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor..." (1
de Juan 4.18)
La
razón para no temer a la muerte y a las dificultades que puedan surgir en
nuestro caminar por esta vida se encuentra en el hecho de que el Señor está con
nosotros. Él tiene todos los recursos necesarios y está a nuestro lado. Además,
él mismo ya ha pasado por ese camino de muerte y ahora se coloca junto a
nosotros para acompañarnos y que no nos sintamos solos.
"He
aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."(Mateo
28.20)
Como
todo pastor, nuestro Señor tiene herramientas para brindarnos su cuidado, una
vara para arremeter contra toda bestia que se atreva a poner en peligro la vida
de sus ovejas, y un cayado para acercarnos amorosamente a Él cuando necesitemos
de su consuelo, sin descuidarse tan solo segundo de nosotros.
“He
aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel”. (Salmo 121:4)
Estas
dos cosas en las manos del pastor nos inspiran confianza y aliento. La
protección y dirección que como ovejas necesitamos, las encontramos en el
Señor.
Dios les bendiga abundantemente.
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