TIEMPO DE REFLEXIÓN
“En cuanto lo hiciste a uno
de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hiciste.”
Mateo 25. 40
Una persona que visitaba un
hospital vio a una enfermera curando las llagas de un leproso. Entonces, le
dijo: “Eso yo no lo haría ni por un millón de dólares”. La enfermera respondió:
“Yo tampoco. Pero para Jesús lo hago gratis”.
A veces esperamos momentos extraordinarios para servir al prójimo o a Dios mismo. O quizá consideramos que solamente en contextos institucionales, eclesiásticos o profesionales se puede hacer algún tipo de obra de bien. Nos adherimos a ONG, nos sumamos a agrupaciones sociales y hasta organizamos movimientos de caridad como para sentirnos siervos de Dios, buenas personas y solidarios vecinos.
A veces esperamos momentos extraordinarios para servir al prójimo o a Dios mismo. O quizá consideramos que solamente en contextos institucionales, eclesiásticos o profesionales se puede hacer algún tipo de obra de bien. Nos adherimos a ONG, nos sumamos a agrupaciones sociales y hasta organizamos movimientos de caridad como para sentirnos siervos de Dios, buenas personas y solidarios vecinos.
Estamos muy enfocados en lo
que vemos en esos ámbitos, pero descuidamos la mirada que ve lo que ocurre ahí
nomás, en lo cercano de la ciudad y de nuestra comunidad. Buscamos el momento
adecuado, el contexto seguro y el respaldo necesario antes de tomar decisiones
para entregar algo de lo nuestro a otros que lo necesitan.
Jesús demostró su
disposición a servir cualquiera fuera la oportunidad. Ayudaba en la ciudad como
así también en las afueras. Detenía una caravana de manera imprevista para
consolar a una viuda pobre, como también a veces se anunciaba antes de visitar
a alguna familia para sanar alguna enfermedad. Sanaba en días de reposo y lo
hacía cualquier otro día. Organizaba un verdadero culto arriba de una barca,
como así también lo hacía en una casa con el techo roto a causa de la
desesperación de quienes intentaban acercarse a Él.
Manifestaba su poder en una
boda, como así también en la tumba de alguien que apestaba desde hacía cuatro
días. Nada detenía su percepción de la necesidad y su accionar a favor de ello.
Jesús fue, y es, el Dios de
la gloria y el niño del pesebre. Todo su ejemplo nos motiva a que seamos
capaces de promover la creatividad suficiente para ayudar a otros sin esperar
las condiciones ideales. Hoy puede ser la mejor ocasión para que nuestros
corazones palpiten para servir. En medio de un día donde muchos pasan a nuestro
lado mirando con indiferencia, nuestra mirada puede hacer la diferencia.
Dios les bendiga
abundantemente.
uaw que interesante
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