TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Dijo entonces Sarai a
Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues, que te llegues a
mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abram al ruego de Sarai.”
Génesis 16. 2
Vivimos en una cultura
acelerada, y estamos acostumbrados a resultados rápidos. La espera parece ser
una actividad del pasado.
No es de extrañar, entonces,
que la pasemos mal si Dios no responde una oración de inmediato. Pero cuando
nos negamos a ser pacientes, nuestra única opción es salirnos de su plan.
Este cuenta cómo Abram y
Sarai (más tarde Abraham y Sara) tomaron el asunto en sus manos porque no les
gustó el plan del Señor.
Habían pasado diez años
desde que Dios les había prometido un hijo, y Sarai estaba envejeciendo. Así
que ella y Abram decidieron dejar que su sirvienta Agar les diera un hijo.
Al final, Sara dio a luz en
su vejez, pero esa falta de paciencia llevó a grandes conflictos tanto a su
familia como a nosotros hoy. Gran parte de la tensión en el Medio Oriente se
debe a dos grupos: los descendientes de Agar y los de Sara.
¿Por qué una pareja temerosa
de Dios tomó esa decisión? Primero, su intenso deseo por un niño nubló su
pensamiento. Sara deseaba con desesperación un hijo, que era la base del valor
de las mujeres en esa cultura.
Después, sucumbieron al
pensamiento equivocado. Después de años sin hijos, comenzaron a pensar que
quizás Dios necesitaba ayuda. Por último, creyeron en este razonamiento
erróneo, y ambos cedieron ante la impaciencia.
Estas trampas siguen siendo
un peligro. No somos inmunes al deseo, al razonamiento humano o a la influencia
de otros. Impacientes por naturaleza, podríamos justificar el tomar acción.
El mejor consejo es
escuchar, obedecer y esperar. El tiempo de Dios es perfecto, y no queremos
perdernos lo mejor que tiene.
Los atajos sin Dios no nos
hacen llegar antes a la bendición, solo nos desvían del camino de ella.
Dios les bendiga
abundantemente.
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