TIEMPO DE REFLEXIÓN
“Y esta es la voluntad del
que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida
eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Juan 6.40
Esta es la promesa de Dios,
que todo aquel que crea en su hijo, aunque muera físicamente, despertará para
vivir eternamente con Dios. (Juan 11.25). Todos nosotros estábamos lejos del
Padre, nuestro espíritu estaba muerto a causa del pecado y en esto se mostró el
amor de Dios: envió a su hijo, se hizo hombre, habitó entre nosotros, para
enseñarnos su Palabra, para darnos ejemplo, para morir a causa de nuestros
pecados y delitos.
Esta promesa de salvación
fue escrita con la sangre preciosa de Jesús, por lo tanto, Dios no dejará de
cumplirla en el corazón de todo aquel que escucha y cree, para tomarlo y
sacarlo de la oscuridad, llevándolo a La Luz verdadera de Cristo, como dice la
escritura: “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y
trasladado al reino de su amado Hijo”. (Colosenses 1.13).
Entonces, es una promesa
cierta que, al ser tomada, tiene como consecuencia la vida eterna, la paz
verdadera, la redención (salvar o rescatar a alguien, dar por terminado un
castigo, liberar algo que estaba hipotecado o embargado) de nuestra alma.
Recordemos que fuimos comprados con la preciosa sangre de nuestro Salvador y
Redentor Jesucristo.
Ahora, Jesús desea que
vivamos una relación íntima y personal con Dios a través de su vida en
nosotros; somos sus hijos, por eso tenemos un futuro y una esperanza cierta
gracias a Cristo que nos dio esta promesa de salvación.
Dios les bendiga
abundantemente.
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