UN
MOMENTO CON DIOS
La verdadera
justicia
“Justo es el Señor, y ama la justicia; por eso los íntegros contemplarán su rostro." (Salmo 11. 7)
Uno
de los anhelos más grandes de toda la humanidad es que impere la
justicia. Difícilmente podremos hallar a una persona que no esté de
acuerdo con que la justicia debe imperar para todos.
Paradójicamente,
justicia es lo que menos observamos a nuestro alrededor. Ese ansiado
estado no resulta tan fácil de obtener en la práctica.
Y los
responsables de que la justicia no se dé, son precisamente algunos de los que
más desean que ésta exista.
Gran parte
del problema se debe a que muchos quieren implantar su propia
clase de justicia que, por ser personal, está
desafortunadamente plagada de defectos.
¿Habrá
alguna manera de resolver tan complicado dilema?
Por
supuesto que sí. La solución está en la justicia perfecta de Dios.
Dios
es el Único que puede garantizar una justicia perfecta y equilibrada, sin
sesgos ni preferencias, sin discriminaciones ni abusos.
La
justicia de Dios está por encima de toda crítica y nunca podrá ser demostrada
como imperfecta.
Cuando
se sacudan los fundamentos y deseemos escondernos, o tengamos ganas de salir
huyendo, huyamos hacia Dios.
Él
sigue llevando las riendas; Su poder no ha disminuido por el curso que hayan
tomado los acontecimientos; nada sucede sin su conocimiento ni su permiso.
“No
paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los
hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con
todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad
lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré,
dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si
tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás
sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”. (Romanos
12. 17 – 21. Dios mismo se encargará de hacer justicia a sus hijos.
Uno
de los mayores logros es vencernos a nosotros mismos.
Vencer
esa tendencia natural a la venganza, a tomarnos la justicia por nuestra mano, o
a esas otras reacciones “naturales”, pero que no reflejan el carácter justo,
pero también misericordioso, de Dios.
Por
eso el apóstol Pablo nos insta a revestirnos de Cristo y a hacer morir lo
terrenal.
Solo
así la naturaleza de Dios y su Santo espíritu podrán tomar el control de
nuestras vidas, llevándonos a toda verdad y a toda buena obra.
¿Queremos
justicia? Busquémosla en Dios. Él restaurará la justicia y la bondad en la
tierra en Su tiempo.
Dios
les bendiga abundantemente.
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