UN
MOMENTO CON DIOS
La
obediencia a la regla de oro
“Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes.” (Mateo 7. 12)
La
mayoría de nosotros conoce 'la regla de oro' desde la niñez: debemos
tratar a los demás como queremos ser tratados.
Para
los niños, esta regla parece tener sentido. Es lógico compartir si ellos
quieren que los demás compartan con ellos, y evitar pegarle a otro, porque a
ellos no les gustaría ser después las víctimas.
Pero,
a medida que la vida sigue y que las relaciones se vuelven más complicadas,
esta sencilla norma ética no parece cuadrar con nuestras circunstancias.
Por
ejemplo, imaginemos que alguien muy cercano nos engañó. ¿Cómo podemos tratarlo
con respeto después de haberse aprovechado de nosotros? Una actitud perdonadora
¿no le abrirá la puerta para que vuelva a hacerlo? Sin embargo, el mandamiento
de DIOS se aplica a esta situación.
La
obediencia puede ser difícil, porque cuando somos heridos o tratados
injustamente, nuestro instinto es vengarnos. De un momento para otro,
comenzamos a hablar a espaldas de una persona, o demostrar un desprecio sutil.
A la naturaleza humana le gusta la venganza por el mal recibido. En realidad,
no somos capaces de hacer otra cosa si depende sólo de nosotros.
Como
creyentes tenemos al Espíritu Santo en nosotros, que nos da el poder de
perdonar.
Debemos
buscar la guía del Espíritu en nuestras decisiones; debemos limitar nuestros
juicios a nuestras propias mayordomías. Siempre que sea posible, evitemos
juzgar hasta tener un buen conocimiento de los hechos; hasta donde sea posible,
debemos juzgar circunstancias en lugar de personas.
Por
eso, aunque nuestra capacidad no es suficiente para dar una respuesta que
agrada a DIOS, por medio del Espíritu Santo tenemos la opción de
obedecer.
Esto
nos lleva de regreso a la verdadera justicia, la reparación y el mantenimiento
de relaciones correctas en el trabajo y en todo lugar.
“En
cambio, lo que el Espíritu produce es amor, alegría, paz, paciencia,
amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.” (Gálatas 5. 22,
23).
¿Son
evidentes estas características en nosotros? Si la respuesta es negativa,
pidámosle a DIOS el poder sobrenatural para responder de la manera correcta.
La
regla de oro transforma nuestras acciones, deseando para los demás lo que
quisiéramos para nosotros, entonces nunca haremos daño a los
demás, siempre deseando lo bueno, nunca avaros, siempre
generosos, nunca crueles, siempre comprensivos, siempre
bondadosos.
Dios
les bendiga abundantemente.
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