UN
MOMENTO CON DIOS
La
decepción
"Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de DIOS, para que El Hijo de DIOS sea glorificado por élla. Y amaba Jesús a Martha, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en Él lugar donde estaba." (Juan 11. 3 – 6)
Cuando
una persona sufre una decepción en la vida, lo más probable es que se culpe a
sí misma o a los demás.
La
decepción es una respuesta emocional ya sea a nuestra incapacidad o a la
inhabilidad de los demás de hacer realidad un deseo que tenemos, o una
esperanza, o una meta. Es un sentimiento de frustración que se produce al
desilusionarnos por algo que no ha satisfecho nuestras expectativas. Esto puede
llevarnos a perder la fe en alguien en quien confiábamos, tal vez incluso en
una persona que amamos.
Cuando
nos hemos ilusionado con la posible evolución satisfactoria de una cierta
situación, y al final el resultado es totalmente distinto a lo que esperábamos,
es muy difícil no sentirse decepcionados. Todo el mundo no reacciona de la
misma manera, pero en sentido general puede decirse que lo común es caer en un
estado de frustración, en el que se mezclan sentimientos de amargura, desaliento,
desencanto, coraje...
DIOS
siempre tiene un propósito al permitir decepciones y frustraciones en nuestras
vidas. Él puede impedirlas, pero su principal objetivo es que creamos que Él
puede resolver nuestro problema y que confiemos en Él aunque las circunstancias
sean muy difíciles.
Marta
y María, hermanas de Lázaro, hicieron lo correcto: acudieron al único que podía
sanar a su hermano, pero cuando el resultado fue diferente a lo que ellas
esperaban, se decepcionaron. Cuando Martha se encontró con Jesús frente a
frente, estaba muy decepcionada por la "tardanza" del Señor.
Ciertamente ella lo esperaba mucho antes, pero Él no vino de inmediato, y dejó
que Lázaro muriera. Por eso le dijo a Jesús: "Señor, si hubieses estado
aquí, mi hermano no habría muerto...”
Casi
podemos sentir en estas palabras el tono de reproche saliendo del frustrado
corazón de Martha. Ella no podía entender por qué Jesús no había venido
inmediatamente a sanar a su hermano. ¡Qué decepción! ¡Lázaro podría estar vivo
y sano! La situación en la que se encontraban Martha y María no podía ser más
negativa.
Una
creencia judía decía que si alguien moría, su espíritu andaba rondando por tres
días, y tal vez podía regresar al muerto. Por eso cuando Jesús ordenó que
quitaran la piedra del sepulcro, Marta dijo: “Señor, hiede ya, porque es de
cuatro días.” Y Jesús le contestó: “¿No te he dicho que si crees, verás la
gloria de DIOS?” Seguidamente quitaron la piedra y Lázaro salió caminando de la
tumba. ¡Y la gloria de DIOS se manifestó sobre ellos!
Si hemos
estado orando por una situación específica, y no hemos obtenido respuesta, o
las cosas no han marchado como esperábamos, sigamos confiando y esperando en
DIOS pues Él nos está preparando para algo mucho mejor y más grande de lo que nosotros
somos capaces de imaginar.
Dios
les bendiga abundantemente.
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