jueves, 6 de agosto de 2020

Tiempo... Proverbios 8. 17


TIEMPO DE REFLEXIÓN

 

“Yo amo a los que me aman y los que me buscan me encuentran”. Proverbios 8.17.

 

Lo que menos busca Dios de sus criaturas es mantenerlas a distancia. Tristemente su pueblo escogido en la antigüedad, Israel, nunca comprendió este hecho. Fue entonces que, cuando ellos escribían los libros sagrados y tenían que referirse a su Dios, a Jehová, no se atrevían a ponerle un nombre. Por eso inventaron un nombre hecho de consonantes que, antes de escribirlo, se detenían, lavaban sus manos, cambiaban de pluma y luego seguían escribiendo. ¡Ni siquiera se atrevían a pronunciarlo con sus labios!

Era un respeto exagerado, un distanciamiento de Dios que Él nunca demandó. Dios tuvo que hacerse hombre y venir a su pueblo y venir a nosotros para decirnos que Él, desde siempre, quiso estar cerca. Y lo hizo en la persona de Cristo.

Por tal motivo, cuando Jesús se refería a Dios como “mi Padre”, para los judíos era una blasfemia. Nunca nadie se había atrevido a referirse así.

Hoy también queremos cometer el mismo error que ellos concibiendo un Dios lejano, envuelto en su santidad inaccesible, místico y enigmático. Cuando en realidad lo que Él quiere es caminar a nuestro lado, ser nuestro amigo, nuestro consejero y acortar distancias. Lo triste es que nosotros lo alejemos con rituales, con legalismo o con nuestro pecado e indiferencia.

Si lo buscamos a cada paso, lo encontraremos. Podemos hablarle a cada minuto, y nos escuchará. Escuchémoslo cada noche y Él nos hablará. La medida o la magnitud de nuestro ser espiritual está dada por la cercanía al Espíritu de Dios.

Se exige temor, sí, pero esa clase de temor reverente y no de terror paralizante. La distancia más grande, desde el cielo a la tierra, ya la cubrió Él. Queda la otra, la pequeña. La que va desde nuestra corta vida terrenal hasta Su amor, y ese es el tramo que nos corresponde a nosotros.

No nos perdamos la enorme bendición de Su presencia. Todo nuestro ser será renovado en una experiencia nueva de la cual ya no querremos retroceder.

Dios les bendiga abundantemente.

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