UN MOMENTO CON DIOS
La carrera de la vida
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. (Hebreos 12. 1 – 2)
La carrera fue la primera y,
durante muchos años, la única prueba de los antiguos Juegos Olímpicos. Así que
no es de extrañar que los escritores del Nuevo Testamento hayan utilizado esta
competición cómo metáfora para describir la vida cristiana. Las primeras
carreras eran sprints de unos 300 metros. Su duración fue aumentando
gradualmente a medida que se desarrollaban los Juegos Olímpicos. El maratón
moderno conmemora la legendaria carrera de un soldado griego llamado
Feidípides, que corrió desde el campo de batalla de las afueras de Maratón
(Grecia) hasta Atenas para proclamar una sola palabra: ¡victoria! Luego se
desplomó y murió.
La carrera cristiana dura toda
la vida, con Jesucristo como meta, el premio que se nos ofrece es el cielo. No
se puede correr a toda velocidad como un sprint, o nadie aguantaría el
recorrido. Aunque había una carrera en los juegos antiguos en la que los
corredores llevaban armadura completa, la mayoría de las veces los corredores
avanzaban casi desnudos, despojándose de cualquier cosa que pudiera restarles
velocidad. Evidentemente, Pablo estaba familiarizado con el antiguo deporte de
correr cuando aconsejó a los creyentes que corrieran con resistencia la carrera
que Dios les había puesto por delante. Tengamos esa perseverancia a la que nos
llama el Apóstol y avancemos, sin prisa, pero también sin pausa y paso
constante en la voluntad que El Señor desea para nuestras vidas, para llegar
con éxito a la meta y reclamar Su glorioso premio final.
Dios les bendiga
abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario