UN MOMENTO CON DIOS
El perdón y el amor de Dios
“Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, Y si tuviere sed,
dale de beber agua”. (Proverbios 25. 21)
Cuando alguien nos hace daño,
tendremos la tentación de repetir todo lo que esa persona nos ha hecho, incluso
cuando estemos en proceso de perdonarla. El enemigo nos convencerá de que esa
persona necesita sentir la vergüenza y la culpa de los pecados que ha cometido.
Por desgracia, centrarnos en esto sólo nos mantiene atrapado en la amargura y
la falta de perdón, porque estamos volviendo a tomar la justicia en nuestras
manos, en lugar de dejarla en las de Dios.
De hecho, algunas personas
leen Romanos 12. 20, que dice: “Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de
comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego
amontonarás sobre su cabeza.”, y piensan: “¡Ajá! Haré algo bueno por él, porque
entonces el castigo será peor”. Eso no es perdón: es una actitud completamente
equivocada. Más que una oportunidad para la venganza, el perdón es una
oportunidad para mostrar el amor de Cristo y aumentar nuestro amor mutuo. El
amor es tanto la semilla como el fruto del perdón. Cuando alimentamos al enemigo
hambriento y le damos de beber, sustituimos la amargura de nuestro corazón por
la gracia de Dios.
¿Estamos dispuesto a dejar que
Dios nos convierta en un receptor de Su amor? ¿Queremos que Él convierta nuestras
pruebas en fuentes de fecundidad para nuestro espíritu? 1 Pedro 4. 8: “Manteneos
fervientes en vuestro amor mutuo, porque el amor cubre multitud de pecados”. Seamos
amables con quienes nos han hecho daño como Cristo lo ha sido con nosotros.
Perdonaremos mucho, pero también aprenderemos a amar mucho, y eso siempre
agrada a Dios.
Dios les bendiga
abundantemente.
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