UN MOMENTO CON DIOS
Ante la tormenta, tengamos fe
“Vendrán orando y llorando. Yo los llevaré a corrientes de agua, por un camino llano, donde no tropiecen. Pues soy el padre de Israel”… (Jeremías 31. 9)
En una charla sobre cómo
superar los problemas. El orador comenzó contando un chiste muy gracioso.
Por supuesto, todos los presentes rieron a carcajadas.
Después de unos segundos de
pausa, el orador volvió a contar el mismo chiste, exactamente de la misma
manera que la vez anterior. Algunos espectadores volvieron a reír, pero la
mayoría solo sonrió levemente.
Luego, volvió a repetir el
chiste por tercera ocasión. Esta vez no se escuchó ninguna risa.
Después de una pausa
silenciosa e incómoda, el orador les dice a los presentes:
—Nadie puede reír de la misma
broma una y otra vez. Entonces, ¿por qué lloramos una y otra vez por el mismo
problema?
Los problemas estarán siempre
presentes, mientras vivamos en este mundo lleno de pecado. Pero como cristianos
contamos con la ayuda incondicional de nuestro Padre Eterno. Sin embargo, es
necesario aprender a confiar en esta promesa, porque las cosas no serán siempre
fáciles.
Hay pruebas que nos harán
llorar y la desesperación puede sacudirnos cuando no logramos ver una salida
inmediata. Pero es ahí, en medio de la angustia, cuando debemos aferrarnos a la
fe.
Cuando los discípulos iban en
la barca con Jesús, y una tormenta golpeaba el bote, ellos tuvieron miedo y por
un instante olvidaron que el Hijo de Dios estaba a su lado. Cuando Jesús
despertó habló a las aguas y estas se calmaron.
No nos desesperemos, confiemos
en Dios y Sus promesas. A veces sus respuestas tardan o quizás al final Su
voluntad no sea exactamente como esperábamos. Pero si ponemos nuestra vida en
sus manos, tengamos fe de que todo lo que suceda es para bien y tendremos
calma en medio de la tempestad.
Dios les bendiga
abundantemente.
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