miércoles, 31 de julio de 2024

Un momento... La fe hace la diferencia

 


UN MOMENTO CON DIOS

La fe hace la diferencia

 

 “Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5. 20)

 

“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.

Todos hemos pecado, no hay quien no haya hecho lo malo alguna vez hacia sí mismo o hacia otros. Contrario a lo que algunos piensan, la vida cristiana no se trata de señalar los errores, acusar a los culpables y castigar a los pecadores, todo el mundo sabemos que somos imperfectos, culpables y merecedores de castigos.

La vida cristiana se trata de como Jesucristo tomó forma de hombre para perdonar nuestros errores, lavar nuestra maldad, sanar nuestras heridas y llenarnos de su gracia.

La gracia de Dios es la capacidad divina recibida por fe que nos permite vivir en santidad diciéndole no a lo malo, de modo que podemos ser dignos de recibir todo el bien del Señor.

El pecado de un hombre afectó a toda la humanidad y las muchas faltas y pecados fueron perdonados en un instante cuando Jesús en forma de hombre murió en la cruz por todos nosotros.

Un hombre puede hacer la diferencia en toda una generación. Cuando escuchamos hablar de las historias de los grandes y famosos hombres de la Biblia que Dios usó como el Rey David, Moisés, Noé y otros más, solemos pensar que ellos tenían características sobrenaturales que los hacían únicos y por eso fueron usados, pero eso no es lo que cuentan las Escrituras.

Ellos eran hombres normales, con tentaciones, necesidades, temores y debilidades como cualquiera de nosotros, la diferencia fue que creyeron en su corazón que había un Dios que quería usarlos y aceptaron entregarle el control total de su vida cuando Él llamó a la puerta de su corazón.

No se trata de cuánto mal y cuánto pecado haya en cada uno de nosotros. Se trata de si estamos dispuesto a permitir que Dios nos perdone y tome el control de todo nuestro ser.

Cada uno de nosotros podemos hacer la diferencia, nuestras decisiones, nuestra fe, nuestro valor, nuestro coraje, nuestro compromiso por amar a Dios y obedecerle es lo que Él puede y quiere usar para cambiar la sociedad alrededor ce cada uno de nosotros.

Solemos dejar nuestra mirada puesta en aquello que nos asombra, muchos de nosotros hemos pasado por pruebas, malas experiencias o dificultades que nos han dejado marcados y atemorizados, pero Dios está llamando a cada uno de nosotros a que levantemos nuestra mirada al Cielo, a su trono de gracia y perdón, a su brazo de poder y salvación.

Necesitamos hacer lo que hizo Abraham, creer que Dios puede hacer lo imposible y que nada es demasiado difícil para Él.

Necesitamos creer en el poder y las promesas de Dios, sin dudar, creer y estar dispuestos a obedecer voluntariamente a Dios, salir de nuestro mundo y apartarnos del pecado.

También necesitamos confiar en la guía y dirección de Dios al llevarnos a un territorio desconocido. En nuestro viaje como extranjeros y peregrinos en el mundo, necesitamos mirar en fe al venidero Reino de Dios y en la nueva Jerusalén. Nuestra fe en la herencia futura en el mundo que vendrá debería motivarnos a vivir nuestra vida por fe.

Donde ha abundado la maldad hace falta que hombres y mujeres de Dios se pongan en pie, abran sus bocas, doblen sus rodillas y clamen con todo su ser para marcar la diferencia, porque cuando la maldad abunda, la gracia de Dios sobreabunda sobre aquellos que tienen la disposición en su corazón para ser usados por su Señor.

Dios les bendiga abundantemente.

 

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