UN
MOMENTO CON DIOS
La fe
hace la diferencia
“Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5. 20)
“Por
tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la
muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.
Todos
hemos pecado, no hay quien no haya hecho lo malo alguna vez hacia sí mismo o
hacia otros. Contrario a lo que algunos piensan, la vida cristiana no se trata
de señalar los errores, acusar a los culpables y castigar a los pecadores, todo
el mundo sabemos que somos imperfectos, culpables y merecedores de castigos.
La vida
cristiana se trata de como Jesucristo tomó forma de hombre para perdonar
nuestros errores, lavar nuestra maldad, sanar nuestras heridas y llenarnos de
su gracia.
La
gracia de Dios es la capacidad divina recibida por fe que nos permite vivir en
santidad diciéndole no a lo malo, de modo que podemos ser dignos de recibir
todo el bien del Señor.
El
pecado de un hombre afectó a toda la humanidad y las muchas faltas y pecados
fueron perdonados en un instante cuando Jesús en forma de hombre murió en la
cruz por todos nosotros.
Un
hombre puede hacer la diferencia en toda una generación. Cuando escuchamos
hablar de las historias de los grandes y famosos hombres de
Ellos
eran hombres normales, con tentaciones, necesidades, temores y debilidades como
cualquiera de nosotros, la diferencia fue que creyeron en su corazón que había
un Dios que quería usarlos y aceptaron entregarle el control total de su vida
cuando Él llamó a la puerta de su corazón.
No se
trata de cuánto mal y cuánto pecado haya en cada uno de nosotros. Se trata de
si estamos dispuesto a permitir que Dios nos perdone y tome el control de todo
nuestro ser.
Cada
uno de nosotros podemos hacer la diferencia, nuestras decisiones, nuestra fe, nuestro
valor, nuestro coraje, nuestro compromiso por amar a Dios y obedecerle es lo
que Él puede y quiere usar para cambiar la sociedad alrededor ce cada uno de
nosotros.
Solemos
dejar nuestra mirada puesta en aquello que nos asombra, muchos de nosotros
hemos pasado por pruebas, malas experiencias o dificultades que nos han dejado
marcados y atemorizados, pero Dios está llamando a cada uno de nosotros a que
levantemos nuestra mirada al Cielo, a su trono de gracia y perdón, a su brazo
de poder y salvación.
Necesitamos
hacer lo que hizo Abraham, creer que Dios puede hacer lo imposible y que nada
es demasiado difícil para Él.
Necesitamos
creer en el poder y las promesas de Dios, sin dudar, creer y estar dispuestos a
obedecer voluntariamente a Dios, salir de nuestro mundo y apartarnos del
pecado.
También
necesitamos confiar en la guía y dirección de Dios al llevarnos a un territorio
desconocido. En nuestro viaje como extranjeros y peregrinos en el mundo,
necesitamos mirar en fe al venidero Reino de Dios y en la nueva Jerusalén.
Nuestra fe en la herencia futura en el mundo que vendrá debería motivarnos a
vivir nuestra vida por fe.
Donde
ha abundado la maldad hace falta que hombres y mujeres de Dios se pongan en
pie, abran sus bocas, doblen sus rodillas y clamen con todo su ser para marcar
la diferencia, porque cuando la maldad abunda, la gracia de Dios sobreabunda
sobre aquellos que tienen la disposición en su corazón para ser usados por su
Señor.
Dios
les bendiga abundantemente.
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