UN MOMENTO CON DIOS
Dios escucha nuestras oraciones
“No obstante, Señor y DIOS mío, atiende mi ruego y mi súplica; escucha el clamor y la oración que este siervo tuyo te dirige hoy.” (1 Reyes 8. 28)
Una noche de 1968 el piloto de
un avión de pasajeros con destino a Nueva York se dio cuenta de que el tren de
aterrizaje de su jet estaba trabado.
Al acercarse cada vez más a su
destino, continuaba luchando con los controles tratando de que las ruedas
cayeran en su lugar, pero sin éxito.
Dando vueltas alrededor del
aeropuerto, pidió instrucciones a la torre de control. El personal de tierra,
respondiendo a la inminente crisis, roció la pista con espuma y los vehículos
de emergencia se colocaron en posición. Le dieron instrucciones al piloto de
que aterrizara lo mejor que pudiera.
Les pidieron a los pasajeros
que se prepararan para lo peor y se colocaran en posición de descenso.
Momentos antes del aterrizaje
el piloto anunció por el intercomunicador:
-"Estamos comenzando
nuestro descenso final. De acuerdo con los códigos internacionales de aviación
establecidos en Ginebra, es mi obligación informarles que si creen en Dios,
deben comenzar a orar".
Entonces el avión hizo un
aterrizaje de panza y milagrosamente se detuvo sin causar daños a los
pasajeros.
Si aquel piloto no se hubiera
encontrado en una crisis ese día, sus pasajeros nunca hubieran sabido que en
aquel avión había reservas ocultas para la oración. Pero, ¿no ocurre lo mismo
con la mayoría de las personas? Mientras todo va bien, rara vez piensan en
hablar con Dios. Mas cuando el asunto es de vida o muerte, se vuelven a ÉL para
pedirle ayuda.
Muchos tienen una
"mentalidad de llanta desinflada". Al cruzar por la carretera de la
vida, si el auto anda bien, todo va de manera estupenda. Pero cuando la llanta
se descompone, se vuelven a Dios. Maxwell, J. C.
¿Por qué tenemos que esperar
que las cosas se compliquen para orar?
Hay una belleza en la vida
cuando la oración fluye en todo momento y en todo tiempo. Con rostro
resplandeciente podemos orar en momentos de crisis, cuando en tiempos soleados
aún hemos orado.
Dios les bendiga abundantemente.
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