TIEMPO DE
REFLEXIÓN
“Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Romanos 14. 17.
Un
profesor de psicología les dio a sus estudiantes un examen de asociación de
palabras.
Les dijo que escribieran lo primero que les viniera a la mente tan pronto como
él dijera cada palabra. Por ejemplo, si decía «conversación», podían escribir
«teléfono» o «diálogo».
Una de las palabras de ese día causó diversas reacciones y asociaciones
sumamente interesantes. La palabra era «Navidad».
Estas
fueron algunas de las palabras que asociaron con la Navidad: cohetes, fiesta,
lechón asado, baile, licor, regalos, árbol y luces. Entre todas las
asociaciones no hubo ninguna referencia a Jesucristo, ni siquiera a su
nacimiento.
La verdad es que muy poco de lo que hacemos hoy día se asocia con lo
espiritual. Muy pocas de nuestras actividades tienen alguna relación con lo
divino.
Muy pocos de nuestros pensamientos abordan lo religioso.
Hablamos con vehemencia en contra del materialismo.
Nos sorprendemos cuando alguien afirma que es ateo.
Nos
enojamos cuando alguna persona ridiculiza las cosas religiosas. Sin embargo,
guardamos muy poca relación con lo espiritual. Claro que de cuando en cuando
vamos a la iglesia, quizás una vez al mes o hasta una vez a la semana. Pero
muchas veces lo hacemos para salir de una exigencia social.
Desde
luego que buscamos a DIOS en los momentos de tragedia, pero esto también viene
a ser un acto de último recurso, cuando no nos queda otra esperanza en la vida.
Mientras tenemos buena salud y disfrutamos de popularidad, mientras nuestros
amigos nos acogen y todo nos va bien, no buscamos seriamente a DIOS.
Así que aquellas asociaciones con la palabra «Navidad» revelan algo que se
expresa en todas las facetas de nuestra vida.
Si
aquel profesor les hubiera dicho la palabra que pusimos como ejemplo,
«conversación», habría escogido una de las palabras que más debiéramos asociar
con la Navidad. Porque a los ojos de DIOS, lejos de representar cohetes,
fiestas, lechón asado, baile, licor, regalos, árbol y luces, la Navidad fue el
principio de un nuevo diálogo que entabló Él con nosotros.
Esa
primera Nochebuena, DIOS el Padre, mediante el nacimiento de su Hijo
Jesucristo, reparó la línea de comunicación con nosotros que se había cortado a
fin de que pudiéramos restablecer con Él la comunión que habíamos perdido. De
modo que ahora todos podemos tener comunión íntima y constante con DIOS.
Él está esperando que respondamos a la llamada celestial que nos hizo por medio
de su Hijo. Pues es mediante esa conversación que restablecemos la conexión y
mostramos que comprendemos el verdadero sentido de la Navidad.
Esta
noche cuando estemos reunidos con familiares o amigos alrededor de una mesa de
celebración, que nuestro corazón esté dispuesto a agasajar al principal
invitado que es el verdadero motivo por el cual estamos reunidos y que es el
único que puede llenar nuestros corazones del verdadero gozo paz y amor que
todos necesitamos, él es el Señor Jesucristo.
Dios les bendiga abundantemente.
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