“Pero el Señor hizo hablar a la burra, y ella le dijo a Balán: ¿Se puede saber qué te he hecho, para que me hayas pegado tres veces?” Números 22. 28.
Un
leñador salió al bosque acompañado de su caballo y su perro. Al terminar
su labor, el hombre cargó al caballo un poco más de lo acostumbrado y emprendió
su viaje de regreso a casa.
El
camino que les esperaba era largo y casi intransitable. Ya habían recorrido un
buen trayecto del camino cuando las fuerzas del caballo desistieron y no pudo
más, por más que el hombre insistía en hacerle andar, el animal no se movía.
Entonces tomó un leño y comenzó a golpear al animal para que se pusiera de pie
y siguiera su camino.
Por
largo rato el hombre estuvo tratando, a golpes, que el animal siguiera su
trayecto, tanto fue su insistencia que el animal habló y le dijo: “crees que es
fácil llevar esta carga”.
El
hombre espantado al oír que el animal había hablado, dejó de azotarlo y salió
corriendo del lugar mientras el perro le seguía afanoso. Cuando sintió que
estaba en un lugar seguro, aquel hombre se detuvo, en ese mismo momento el
perro que lo acompañaba le dijo: “gran susto que nos dio el caballo”, el
asombro del hombre no pudo más y cayó desmayado.
Por
supuesto, el relato anterior no es más que una fábula. Sin embargo la Biblia
relata un hecho similar, el cuál sin duda sucedió en la vida real. Según se lee
en el libro de Números, la burra de Balán habló para amonestar a su amo.
Balán
sabía que estaba haciendo algo que era, a la vista de Dios, incorrecto, sin
embargo insistió en seguir su plan, por lo tanto Dios usó una manera bastante
peculiar para hacerlo entrar en razón.
Algunas
veces nos pasa igual, insistimos en hacer algo que sabemos que va en contra de
la voluntad de Dios, habiendo sido advertidos de las consecuencias que al final
traen consigo aquellas malas decisiones.
Probablemente
tu perro no va a hablarte y aconsejarte, pero ten por seguro que Dios siempre
nos amonesta y nos hace ver, de una o muchas maneras, lo que es bueno o malo
para nosotros. Queda en ti la decisión de reconocer sus consejos y seguir sus
planes.
Señor,
muchas veces nuestro orgullo, no solo nos lleva a lo malo, sino que también nos
imposibilita ver nuestra propia arrogancia. Ayúdanos a ver nuestros errores y
danos fuerza para cambiar y ver tus advertencias para evitar caer en lo que es
contrario a tu voluntad.
Dios les bendiga abundantemente.
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