“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva”. 1 Pedro 1. 3.
La
fe es un elemento esencial de la vida espiritual, porque es el medio por el
cual somos salvos. Sin embargo, eso es solo el comienzo. De allí en adelante,
nuestra fe, o la falta de ella, moldea nuestras vidas y determina lo que nos
sucede cuando soplan los vientos de la adversidad. Para entender la razón,
debemos examinar la fuente de nuestra fe.
Fe
heredada. Si crecimos en un hogar cristiano, es probable que hayamos
adoptado algunas de las creencias de nuestros padres. Esta clase de fundamento
espiritual es un maravilloso regalo del Señor; sin embargo, cada persona debe
asumir la responsabilidad por sus propias creencias tarde o temprano.
La
fe de los libros. La Biblia es la guía absoluta para afirmar nuestras
creencias. Pero no es la única fuente de influencia. Los libros, pastores,
maestros y amigos impactan nuestras convicciones. Nuestra teología puede ser
sólida, pero la fe es solo aceptación intelectual hasta que se pone a prueba.
Fe
probada. Solo cuando confiamos en el Señor a través de las llamas de la
adversidad, tendremos una fe indestructible. Entonces, ya no se basa más en lo
que otros nos han dicho o en lo que hemos aceptado como verdadero, sino en
nuestra experiencia personal de la fidelidad del Señor.
Para
evaluar nuestra fe, consideremos cómo reaccionamos a las dificultades. ¿Nos
aferramos al Señor o nos enojamos con Él ante una circunstancia difícil?
¿Nuestra actitud es de acción de gracias por estar moldeándonos a imagen de su
Hijo, o es de frustración?
Nadie
puede escapar de la adversidad, pero aquellos con una fe probada se
beneficiarán de ella.
Dios les bendiga abundantemente.
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