TIEMPO
DE REFLEXIÓN
“Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. Isaías 9.6
En
muchas de las palabras que escuchamos en estos días,
Pero también es cierto que sabemos que todo este ambiente pasará, y
probablemente todo volverá a ser como antes. Porque estas buenas palabras y
estos buenos sentimientos, son muchas veces emociones pasajeras que se terminan
pasadas las fiestas.
Para
la mayoría de las personas,
Para
otros,
Ni
se puede explicar cómo DIOS pudo haber sido un bebe. Pero sí lo fue. Sin dejar
a un lado Su divina naturaleza y sin disminuir Su deidad, nació a nuestro mundo
como un pequeño niño.
Fue
enteramente humano, con todas las necesidades y emociones que son comunes a
todo hombre. Pero al mismo tiempo fue completamente DIOS todo sabio y
todopoderoso.
Pero
la realidad es que estamos a la puerta de la celebración más importante en la
fe, el Padre envía a su Hijo Jesús al mundo y el mundo lo recibe.
El
hecho es que la venida de Jesús al mundo hace más de 2000 años nos trajo un
cambio.
El
Hijo de DIOS hecho semejante en todo a nosotros, llamado Mesías y Cristo, el
Salvador que los hombres esperaban.
Es
el camino, la verdad y la vida. Es el que nos abrió las puertas del Reino de
los cielos. El que nos enseñó el camino a DIOS; el que se dio por amor, para
que nosotros seamos hijos de DIOS.
Esta fiesta es importante, porque celebramos el nacimiento de Jesús,
Jesucristo, nuestro Salvador.
Todos reunidos, en familia, celebremos una vez más su nacimiento y alegrémonos, que Él es nuestro Salvador.
Nos
unimos a la alegría de las familias que lo hacen el centro de su casa. A la
alegría de miles de millones de hombres que por Él nos llamamos cristianos. A
la alegría de millones de hombres que en sus palabras encontramos esperanza y
vida para la humanidad.
¿Pero qué podemos hacer para que
No
bastan las bellas palabras, ni los buenos deseos ni el recuerdo de aquella noche,
aunque sea un recuerdo conmovedor.
Lo
decisivo en nuestra celebración cristiana de
¡Y al nacer Cristo en nosotros resulta imposible negar que podemos ser una
bendición para los demás!
Dios
les bendiga abundantemente.
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