LO
QUE DEBEMOS CONOCER
Aclarando
la fe.
Es,
pues, el misterio de Cristo y de la iglesia, el que el apóstol Pablo tuvo que
aclarar a todos. Él vivió en tiempos en que el judaísmo, con toda la herencia
de Moisés y los profetas, era, para los judíos, probadamente la religión
verdadera. Aquí en este contexto, Pablo debió establecer claras diferencias
entre el judaísmo y la doctrina de Cristo, y mostrar ésta no como un mero
complemento de aquélla, sino como la nueva y definitiva revelación de Dios, no sólo
para los judíos, sino para el mundo entero.
En
tal encrucijada, Pablo echó mano a toda la luz que de Dios había recibido, para
proclamar y defender el verdadero evangelio, la salvación sólo por la fe de
Jesucristo, la gracia como contrapuesta a las obras de la ley, la libertad del
creyente en Cristo.
En
tal misión hallamos a Pablo enfrentando públicamente a Pedro en Antioquía, y
luego escribiéndole con todo ahínco a las iglesias de Galacia: «Estoy perplejo
en cuanto a vosotros» (Gálatas 4.20); « ¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os
fascinó para no obedecer a la verdad…?» (Gálatas 3.1).
En
tal misión lo tenemos en el Concilio de Jerusalén oponiéndose a los judaizantes
legalistas, que querían poner pesadas cargas sobre los hombros de los
discípulos. En tal misión lo tenemos enfrentándose a judíos (fariseos,
saduceos, sacerdotes), griegos (epicúreos, estoicos) y romanos; ante
gobernadores, reyes, y ante el propio emperador.
Vemos
también a Pablo soportando la apostasía de algunos colaboradores (Himeneo,
Fileto, Demas, Figelo, Hermógenes, Onesíforo, Alejandro el calderero), en
tiempos peligrosos y de creciente deterioro. Lo vemos, finalmente, prisionero
en Roma, solitario en su primera defensa, pero con la satisfacción de la misión
cumplida, hasta su muerte poco después.
¿De
dónde provenía la fuerza, la competencia de este hombre de Dios? Evidentemente,
no de su formación intelectual o religiosa.
En
la epístola a los Filipenses, Pablo reniega de su formación farisaica con
palabras contundentes. En efecto, luego de enumerar allí los diversos
antecedentes de su currículum en cuanto a la carne, dice: «Pero cuantas cosas
eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y
ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento
de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por
basura, para ganar a Cristo.» (Filipenses 3.3 - 8).
Su
anterior formación farisaica es, para él, «pérdida» y «basura», al igual que
todas las demás cosas de la carne. No es, por tanto, en su formación humana,
sea intelectual o religiosa, en donde tenemos que buscar el origen de su
competencia.
«No
que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros
mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos
hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del
espíritu; porque la letra mata, más el espíritu vivifica.»
(2
Corintios 3.5 - 6).
¿Fue
por los años que pasó a los pies de Gamaliel aprendiendo la ley? No.
¿Es
por la excelencia de su linaje? No. ¿Es por su formación en las letras griegas
y romanas. No.
Sus
fuerzas venían de su relación con Cristo y la presencia del Espíritu Santo en
él.
Dios
les bendiga abundantemente.
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