LO
QUE DEBEMOS CONOCER
La
lección del viejo profeta y el varón de Dios.
Respecto
a la necesidad de discernimiento espiritual, tenemos en 1 Reyes capítulo
13 un relato que lo ilustra muy bien. En el tiempo de los reyes de
Israel, Dios envió un profeta a Bet-el con un mensaje para el rey Jeroboam, y
le instruyó de que apenas diera el mensaje al rey, regresara de inmediato, por
otro camino.
Había en Bet-el un viejo profeta que, al informarse de lo ocurrido
con el varón de Dios ante el rey, salió tras él y lo alcanzó, diciéndole: «Ven
conmigo a casa y come pan».
El
varón de Dios le explicó que no lo podía hacer por causa de las instrucciones
que Dios le había dado.
Entonces
el viejo profeta le dijo, mintiéndole: «Yo también soy profeta como tú, y un
ángel me ha hablado por palabra de Jehová, diciendo: Tráele contigo a tu casa,
para que coma pan y beba agua.»
El
varón de Dios volvió con él, y mientras comían a la mesa, el viejo profeta le
dijo de parte de Dios que, por cuanto había sido rebelde a su mandato, no
entraría su cuerpo en el sepulcro de sus padres. En el regreso, le topó un león
en el camino y le mató. Ante el estupor de los que pasaban por el camino, el
viejo profeta les decía: «El varón de Dios es, que fue rebelde al mandato de
Jehová; por tanto, Jehová le ha entregado al león, que le ha quebrantado y
matado, conforme a la palabra de Jehová que él dijo.»
Este
es un caso ejemplificador, que tenemos de atender con diligencia.
El
calificativo «viejo» en la expresión «viejo profeta» no se refiere tanto a la
edad, sino a su carácter marchito, sin vida. En alguna época pasada él fue
profeta; ahora es sólo un viejo profeta. Sin embargo, él presume que todavía lo
es, («un ángel me ha hablado por palabra de Jehová»), de tal manera que puede
engañar a un profeta incauto.
En el
viejo profeta, el Espíritu ha sido reemplazado por la mente, porque ha perdido
la comunión con Dios. Permanece en él la forma externa, tal vez lo imperioso de
su voz, algún ademán solemne, unos gestos estudiados para producir un
determinado efecto.
Seguramente
él dio en el pasado algunos mensajes de parte de Dios, pero fue apartándose del
camino recto y amando la maldad. Los pecados se fueron amontonando y, al no ser
confesados, cauterizaron su conciencia, llevándolo a naufragar en cuanto a la
fe.
Ahora
el viejo profeta siente envidia del varón de Dios, quien ha hecho
demostraciones de poder de Dios ante el rey. Y entonces corre tras él para
provocar su caída. Le miente con tal perfección que lo que no logró el rey,
hacerle comer y beber, lo logra él. ¿Cómo lo hace? El usurpa el nombre de Dios
y la investidura de un profeta de Dios para mentir.
El
ademán solemne de quien habla de parte de Dios, se transformó para aquel varón
de Dios sin discernimiento, en su tumba. Dios no le habló por el viejo profeta.
Dios le había hablado claramente antes de que el varón de Dios fuese al rey.
Por eso, Dios le castiga utilizando al mismo viejo profeta que ha causado su
ruina. Su desobediencia debía ser ejemplarmente castigada, para nuestra
enseñanza.
En
nuestros días abundan viejos profetas.
Esto
nos enseña, que un hombre de Dios no vale hoy por lo que fue, sino por lo que
es. Dios habla a través de los ductos que están limpios. No importa cuánto
historial tenga un vaso, si hoy no está limpio, Dios no lo podrá usar (2 Timoteo
2.21).
Dios
no ha adquirido ningún compromiso con sus profetas, en cuanto a utilizarlos de
por vida, ni menos, incondicionalmente. El servicio de un profeta está siempre
condicionado por su obediencia y su santidad.
Tomemos
ejemplo, y no ignoremos la palabra que Dios ha dado.
Dios
les bendiga abundantemente.
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