LO
QUE DEBEMOS CONOCER
El
cristiano en tiempos peligrosos
“También
debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.” (2
Timoteo 3.1)
¿Cuál
ha de ser el carácter de un hombre de Dios en nuestros días?
Los
nuestros son días difíciles y aún más peligrosos, por lo cual es preciso estar
atentos a las correcciones del Espíritu Santo, y velar.
Hay
características que debe de tener todo cristiano, sobre todo en nuestros días:
visión espiritual, una fe personal, consagración a Dios, sujeción a otros
siervos de Dios, lealtad a la verdad, aceptación de la cruz sobre su alma, y
discernimiento espiritual. Sólo si estamos convenientemente preparados, estos
recursos espirituales podrán dar la buena batalla, y habiendo acabado todo,
estar aún firme.
«Más
tú, oh hombre de Dios… pelea la buena batalla de la fe.» (1 Timoteo 6.11-12).
«…A fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda
buena obra.» (2 Timoteo 3.17)
Al
examinar la historia de la fe, encontramos una galería de hombres fieles, que
en su respectivo tiempo y circunstancias, sostuvieron el testimonio de Dios.
Hombres que perfectamente podrían continuar la gloriosa lista de Hebreos
capítulo 11. Para ellos está reservado, sin duda, un grande galardón en los
cielos.
El
ejemplo de Pablo, sin duda, Pablo de Tarso quien ha estimulado más a las
decenas de generaciones que han vivido desde sus días hasta hoy, a imitarlo. Su
invitación: «Sed imitadores de mí» no ha caído en tierra (1 Corintios 11.1; Filipenses
3.17, 1 Tesalonicenses 1.6)
De
Pablo de Tarso podemos decir que es el más destacado de los cristianos de todas
las épocas. Es el apóstol por excelencia. Su figura destaca nítida entre todas
las demás. Su obra y sus enseñanzas son ejemplares e inspiradas por Dios, como
todo lo que está en su Santa Palabra.
Él
vivió en el siglo I de nuestra era, y su misión fue la más alta que le cupo a
un siervo en la actual dispensación: dar a conocer el misterio que estuvo
escondido en Dios desde los siglos y edades: que los gentiles son llamados a
participar de las bendiciones de Dios, de la salvación en Cristo Jesús, «quien
se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar
para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.» (Tito 2.14)
Dios
les bendiga abundantemente.
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