LO
QUE DEBEMOS CONOCER
El
Espíritu Santo está por sobre los temperamentos.
El
temperamento está definido como la “Manera natural con que un ser humano
interactúa con el entorno, es la naturaleza general de la personalidad basada
en las características del tipo de sistema nervioso, y ocupa la habilidad para
adaptarse, el estado de ánimo, la intensidad, el nivel de actividad, la
accesibilidad y la regularidad”.
Cada
persona nace con un temperamento definido y por esta razón muchos cristianos
“excusan” sus procederes atribuyendo su manera de ser al temperamento y aun
limitando la obra del Espíritu Santo como si Dios no pudiera contra los
temperamentos.
La
frase “Yo soy así y no puedo cambiar”, no es una realidad en la transformación
del cristiano, pues tenemos la mente de Cristo y el poder del Espíritu Santo
actuando en nosotros y por medio de nosotros (1 Corintios 2.16; Efesios 3.16).
Él
es poderoso para guardarnos sin caída (Judas 1.24), pero aún nuestra voluntad y
nuestras decisiones deben ser sujetas a lo que Él determina en nuestro proceso
de transformación.
Es
bien conocido que cada tipo de temperamento tiene sus fortalezas y sus
debilidades, y la idea es permitir que Dios actúe sobre los aspectos que deben
mejorar en nuestro propio temperamento.
La verdadera
transformación ocupa todas y cada una de las áreas de nuestra vida porque una
transformación genuina que viene de parte de un Dios sabio y excelente no puede
ponérsele limitaciones. Él nos forma y nos modela hacia la perfección para que
nuestra vida refleje Su gloria.
Dios
quiere que tomemos la forma de Cristo, que el Señor sea formado en nosotros,
que nos despojemos de la pasada manera de vivir, ese viejo hombre que actúa
indignamente como si fuera un vicio y que nos vistamos del nuevo hombre que
tiene la forma de Cristo, y que actúa en justicia y santidad (Efesios 4.22-24).
Una
vez que nuestra vida pasa a ser de Cristo, nuestra manera natural de
interactuar y de proceder debe reflejar esa gloria de Dios, es decir nuestro
temperamento debe apegarse a nuestra nueva naturaleza: la de Dios, porque el
Espíritu está sobre el temperamento y el carácter y no al contrario.
Todo
en nosotros está condicionado para que la metamorfosis ocurra, para que en
nuestra vida ocurra una transformación genuina en cada área, siendo ejemplo de
buenas obras de tal manera que nadie tenga nada malo que decir de nosotros,
(Tito 2.7).
Gálatas
5:22-23, detalla el fruto de un temperamento que ha sido moldeado por el
Espíritu de Dios. Él quiere que aún con ese temperamento que refleja nuestra
personalidad, seamos modelos en “palabra, conducta, amor, espíritu, fe y
pureza” (1 Timoteo 4.12) y que en nuestras debilidades el poder de Dios sea
manifestado (2 Corintios 12.9) para hacernos perfectos y cabales sin que nos
falte nada (Santiago 1.4).
Dios
les bendiga abundantemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario