LO
QUE DEBEMOS CONOCER
Nuestro
punto de comparación.
Es
común escuchar a las personas compararse con otras que tienen conductas o
maneras de actuar no muy virtuosas, y en tal sentido, al compararse con alguien
que aún está en un proceso de transformación puede resultar mejor que esa
persona y creer que por esa razón ya está completo.
La
Biblia nos enseña a no mirarnos a nosotros mismos, ni a nuestros semejantes,
sino a Cristo porque Él debe ser realmente nuestro punto de comparación.
Desde
el principio Dios nos diseñó a su imagen y semejanza, y en posición ya
recuperamos esa imagen perdida pero en acción es un proceso del día a día. Dice
Romanos 8.29, que Dios nos predestinó para ser hechos conforme a la imagen de
Cristo, es decir, el proceso de transformación implica ser como Cristo. La
versión NVI parafrasea: “También los predestinó a ser transformados según la
imagen de su Hijo”, una vez más ratificando que la metamorfosis es teniendo
como modelo al excelente Hijo de Dios.
“Estando
persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1.6).
Dios
no descansa hasta ver su obra completa y perfecta. El Espíritu comenzó una
metamorfosis en cada discípulo del Señor y no cesará hasta que sea una obra
perfecta, conforme a su diseño preparado de antemano.
Dios
es Dios de excelencia y Él quiere que nosotros sus hijos tengamos esto como
propósito de vida. Los hijos de Dios tenemos que ser cada día mejor,
destacarnos por nuestra excelencia, por una conducta correcta y una actuación
sin tachadura.
Así honramos
el nombre de nuestro Dios y demostramos al mundo que sí ocurre, algo grande y
maravilloso, cuando pasamos a ser cristianos.
Efesios
4.13, ratifica que al conocer al Hijo de Dios “…llegamos a ser un varón
perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Nuevamente la
palabra perfección resalta como propósito de Dios en nosotros. Es una realidad
porque Dios todo lo hace con excelencia, la obra de sus manos se destaca por la
perfección y la superioridad, y nosotros sus hijos no podemos ignorar esta
realidad de nuestro Dios.
Dios
les bendiga abundantemente.
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