viernes, 25 de diciembre de 2020

Tiempo... Isaías 9. 6

 


TIEMPO DE REFLEXIÓN

 

“Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.  Isaías 9.6

 

En muchas de las palabras que escuchamos en estos días, la Navidad es como un surtidor de buenos deseos, de sentimientos de paz y de bondad, de fraternidad. Y eso está muy bien. Es bueno que en casi todo el mundo hoy, los hombres y las mujeres parezcamos mejores de lo que somos.
Pero también es cierto que sabemos que todo este ambiente pasará, y probablemente todo volverá a ser como antes. Porque estas buenas palabras y estos buenos sentimientos, son muchas veces emociones pasajeras que se terminan pasadas las fiestas.

Para la mayoría de las personas, la Navidad ni siquiera tiene significado.

Para otros, la Navidad es el tiempo cuando nos imaginamos a Cristo en un pesebre. Aunque el nacimiento de Cristo sí es un evento milagroso, no es en lo que nos debemos enfocar. La verdad más importante de la historia de la Navidad es esta: El Niño de la Navidad es DIOS.

La Navidad no se trata de la infancia de nuestro Salvador; sino de su deidad. No suponemos que es fácil para cualquier persona imaginarse el verdadero significado que tiene el nacimiento de DIOS en un pesebre. ¿Cómo se puede explicar que el Todopoderoso fue un niño? Nuestras mentes finitas no pueden entender todo sobre la encarnación de DIOS.

Ni se puede explicar cómo DIOS pudo haber sido un bebe. Pero sí lo fue. Sin dejar a un lado Su divina naturaleza y sin disminuir Su deidad, nació a nuestro mundo como un pequeño niño.

Fue enteramente humano, con todas las necesidades y emociones que son comunes a todo hombre. Pero al mismo tiempo fue completamente DIOS todo sabio y todopoderoso.

Pero la realidad es que estamos a la puerta de la celebración más importante en la fe, el Padre envía a su Hijo Jesús al mundo y el mundo lo recibe.

El hecho es que la venida de Jesús al mundo hace más de 2000 años nos trajo un cambio.

El Hijo de DIOS hecho semejante en todo a nosotros, llamado Mesías y Cristo, el Salvador que los hombres esperaban.

Es el camino, la verdad y la vida. Es el que nos abrió las puertas del Reino de los cielos. El que nos enseñó el camino a DIOS; el que se dio por amor, para que nosotros seamos hijos de DIOS.
Esta fiesta es importante, porque celebramos el nacimiento de Jesús, Jesucristo, nuestro Salvador.
Todos reunidos, en familia, celebremos una vez más su nacimiento y  alegrémonos, que Él es nuestro Salvador.

Nos unimos a la alegría de las familias que lo hacen el centro de su casa. A la alegría de miles de millones de hombres que por Él nos llamamos cristianos. A la alegría de millones de hombres que en sus palabras encontramos esperanza y vida para la humanidad.
¿Pero qué podemos hacer para que la Navidad entre realmente en nosotros, y al quedarse en nuestro corazón nos dé fuerza para cambiar algo en nuestra vida? 

No bastan las bellas palabras, ni los buenos deseos ni el recuerdo de aquella noche, aunque sea un recuerdo conmovedor.

Lo decisivo en nuestra celebración cristiana de la Navidad, es que la vivamos como una gracia de DIOS, como un don de DIOS, como una tarea por realizar en seguimiento de Aquél, que siendo DIOS, se hizo hombre y se quedó entre nosotros.
¡Y al nacer Cristo en nosotros resulta imposible negar que podemos ser una bendición para los demás!

Dios les bendiga abundantemente.

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