UN MOMENTO CON DIOS
Soberano sobre el pecado
“El Señor todopoderoso ha
jurado: «Sin duda alguna, lo que yo he decidido, se hará; lo que yo he
resuelto, se cumplirá. Destruiré al pueblo asirio en mi país,
lo aplastaré en mis montañas. Su yugo dejará de oprimir a mi pueblo,
su tiranía no pesará más sobre sus hombros. Ésta es mi decisión en cuanto
a toda la tierra. Mi mano amenaza a todas las naciones.» El Señor
todopoderoso lo ha decidido, y nadie podrá oponérsele. Su mano está amenazando, y nadie lo hará cambiar de parecer”. (Isaías 14. 24 – 27)
Dios es soberano. Él es la
autoridad suprema sobre todas las cosas, incluyendo el pecado y sus
repercusiones. Él no hace que alguien peque, pero sí permite que seamos
tentados. Y como tenemos libre albedrío y el Espíritu Santo, podemos decidir
cómo actuar. Él retiene el control y entreteje las consecuencias de nuestras
acciones de acuerdo con sus propósitos.
A veces, Dios permite que
nuestro pecado siga su curso. Por ejemplo, cuando los israelitas se negaron a
apartarse de su desobediencia, “los [entregó] a la dureza de su corazón, para
que anduvieran en sus propias intrigas” (Salmo 81. 12)
Sin la protección divina, la
nación sucumbió a las influencias corruptas y fue conquistada. Esas
consecuencias llevaron a los israelitas al arrepentimiento, que era el plan
original del Señor. Por otra parte, Dios a veces detendrá de inmediato el
pecado. Ese fue el caso cuando el rey Abimelec tomó para sí a la esposa de
Abraham. El rey había sido engañado y no era consciente de que estaba a punto
de pecar. Pero el Señor conocía el engaño e intervino (Génesis 20. 1
- 6)
La tentación es inevitable,
pero pecar es una elección. La soberanía de Dios significa que cualquier
tentación debe pasar primero por su voluntad. Él se asegura de que sus hijos
nunca sean tentados más allá de lo que pueden resistir (1 Corintios 10. 13)
La tentación vendrá, pero Dios
promete darnos el poder para resistir.
Dios les bendiga
abundantemente.
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