UN MOMENTO CON DIOS
Cuando Dios interrumpe nuestros planes
“De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras”. (Romanos 8. 26)
El tráfico lento que no nos
permite llegar a tiempo a un lugar, alguien enfermo o una reparación costosa no
parecen ser instrumentos importantes en nuestra santificación, pero lo son. Por
lo general, no le damos importancia a estas interrupciones e inconvenientes, y
en su lugar esperamos que Dios trabaje en nuestra vida a través de
circunstancias extraordinarias que marquen un antes y un después.
Pero la realidad es que en la vida no ocurren con frecuencia esos grandes
acontecimientos que nos hacen confiar en Dios y obedecerle de una manera más
profunda. No seremos llamados a construir un arca o a llevar a un hijo único al
Monte Moriah. Por el contrario, es en estas pequeñas frustraciones e
interrupciones, en las cosas simples de la vida, donde se nos da la oportunidad
de confiar en Dios, obedecerle y darle gloria.
Las interrupciones de la vida
nos recuerdan que no tenemos la vida resuelta y que no podemos hacerlo solos.
Son como la vara del Pastor, que nos saca de nuestro camino errante y nos lleva
de regreso hacia el Gran Pastor. Necesitamos estas interrupciones. Más que
ninguna otra cosa, nos acercan a la cruz de Cristo, donde recordamos el
evangelio y recibimos su gracia y perdón.
Es difícil ver que todos estos
pequeños eventos e interrupciones frustrantes que ocurren en nuestro día han
sido colocados por Dios como oportunidades para crecer en gracia, pero es así.
Y verlos así nos ayuda a dejar de mirar hacia nosotros mismos y a poner
nuestros ojos en Cristo, quien se preocupa más por nuestra transformación que
por nuestra comodidad diaria. En lugar de darnos una vida fácil, la interrumpe
con gracia y nos muestra qué es lo que más necesitamos: Él mismo.
Dios les bendiga
abundantemente.
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