UN MOMENTO CON DIOS
La lucha con el sentimiento de
culpa
“Éste es el mensaje que Jesucristo nos enseñó y que les anunciamos a ustedes: que Dios es luz y que en él no hay ninguna oscuridad. Si decimos que estamos unidos a él, y al mismo tiempo vivimos en la oscuridad, mentimos y no practicamos la verdad. Pero si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces hay unión entre nosotros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros; pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad. Si decimos que no hemos cometido pecado, hacemos que Dios parezca mentiroso y no hemos aceptado verdaderamente su palabra”. (1 Juan 1. 5 – 9)La manera en que los creyentes
lidiamos con los sentimientos de culpa tiene mucho que ver con lo que
entendemos sobre la culpa. Por definición, la palabra se refiere a un sentido
de hacer algo malo, un conflicto emocional que surge de volver a considerar una
acción o un pensamiento. El método bíblico para eliminar tales sentimientos es
el arrepentimiento.
No obstante, hay creyentes que
son atormentados por la falsa culpa, que en realidad no está arraigada en el
pecado. Este sentimiento poco saludable puede desarrollarse de un par de
maneras. Primero, si una iglesia está atrapada en el legalismo, sus miembros
pueden sentir que no oran, leen la Biblia, o hablan de Cristo lo suficiente. Y
segundo, ser criticados por otros creyentes puede hacerlos sentir incapaces de
cumplir con los estándares de Dios.
Cualquiera que sea la causa
del falso sentimiento de culpa, él no es resultado de un comportamiento
pecaminoso. En cambio, el convencimiento genuino de culpabilidad según la
Biblia, es una ansiedad en el espíritu sobre un pecado específico y voluntario;
es la presión del Espíritu Santo para corregir cierto pecado. Cuando lo
entendemos, podemos rechazar los intentos de satanás de desviarnos con
mentiras. Y sin importar la causa, la falsa culpa debe ser desenterrada y
eliminada de la vida del creyente.
La convicción de culpa genuina
que Dios nos da es un regalo para evitarnos el sufrimiento que se deriva del
pecado.
Dios les bendiga abundantemente.
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