UN MOMENTO CON DIOS
Un encuentro con Dios
“Entonces dije: «¡Ay de mí que soy muerto!, porque siendo hombre inmundo de labios y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.» Y voló hacia mí uno de los serafines, trayendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas. Tocando con él sobre mi boca, dijo: —He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa y limpio tu pecado. “(Isaías 6. 5 – 7)
Cada domingo, un sinfín de
personas se congregan en iglesias para adorar a Dios. Pero para muchos de
ellos, ir a la iglesia es solo un punto más en su lista de pendientes, una
actividad que cumple con su “deber espiritual”. Aunque pueden sentirse
conmovidos por la música y el sermón, pronto regresan a una vida en la que Dios
parece distante, y los placeres del mundo comienzan a verse más atractivos.
La época de Isaías al parecer
no era tan diferente de la nuestra. Escuchemos el juicio de Dios: “Este
pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos
de mí. Su adoración no es más que un mandato enseñado por hombres” (Isaías
29. 13)
¿Cuál es la solución cuando el
pueblo de Dios no le da la debida importancia? El encuentro de Isaías con
el Señor en este pasaje es un buen ejemplo. Cuando vio la santidad de Dios,
Isaías se llenó de espanto y de una profunda conciencia de su propio pecado. En
medio de la angustia, gritó: “¡Ay de mí, que soy muerto!” (Isaías 6. 5).
Después de ser limpiado de su pecado, su único deseo era servir al Señor como
su profeta, y dijo: “¡Heme aquí, envíame a mí!” (Isaías 6. 8 )
Aunque es poco probable que
experimentemos una visión como ésta, cada vez que abrimos la Palabra de Dios
tenemos la oportunidad de ver “al Rey, el Señor de los
ejércitos” (Isaías 6. 5) como lo hizo Isaías. Lo que es aún más
sorprendente es que este Dios Santo y Majestuoso nos invita a relacionarnos con
ÉL por medio de SU Hijo Jesucristo.
Si nuestra vida espiritual se
ha vuelto demasiado mecánica, es hora de que enfoquemos nuestro tiempo con Dios
de una manera diferente. Pidámosle que nos dé un corazón que esté abierto
a un verdadero encuentro con ÉL, y esperemos con paciencia Su ayuda.
Levantemos nuestra vista del
suelo y miremos el horizonte. Allí, a lo lejos, podremos divisar el alba y el
glorioso futuro de bendición que nos espera a todos los hijos de Dios.
Dios les bendiga
abundantemente.
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