UN MOMENTO CON DIOS
Contando nuestros días
“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”. (Salmo 90. 12)
Vivimos en una sociedad
invadida de señales de advertencia. Todo lo que se vende y/o consume debe
contar con 'las advertencias'. Hay muchos ejemplos, desde los descargos de
responsabilidades en las píldoras; las fechas de vencimiento en los sobres de
sopa y en otros alimentos, hasta los indicadores de peligro en las sierras
eléctricas, etc., etc. Estas etiquetas procuran evitar peligros latentes.
Cuando pensamos en la
fragilidad de la vida, deberíamos preguntarnos si colocarnos todos uno de esos
adhesivos colorados de advertencia que traen los paquetes que son frágiles.
No es buena idea andar por la
vida pensando que somos invencibles, para después descubrir que somos mucho más
frágiles de lo que pensábamos. Sólo hace falta una llamada del médico diciendo
que tenemos una enfermedad casi mortal, el viraje brusco de un conductor
descuidado delante de nosotros o el fallecimiento repentino de un ser querido
para que recordemos que la vida es sumamente incierta. ¡No hay
garantía de nada! Nadie puede estar seguro de que seguirá respirando.
Por eso, el salmista da un
consejo importante, una etiqueta de advertencia, por así
decirlo: «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al
corazón sabiduría».
No debemos pasar nuestros días
desapercibidos. Cada día que se inicia es una nueva oportunidad que hay que
disfrutar porque es Dios quien nos lo regala.
Cualquiera que sea la etapa de
la vida, niñez, juventud, adultez o vejez, la vida siempre nos brinda
oportunidades de crecer en fe y sabiduría.
Contar nuestros días es la
reacción apropiada ante el avance inevitable de la vida. El secreto no reside
en tener muchos años. El secreto está en cómo se viven esos años que Dios le
regala a uno; lo que hacemos con esa vida que Dios nos obsequia, las huellas
que se dejan en los corazones de los demás, el trabajo que realizamos a favor
de un mundo mejor.
Decidamos vivir cada día como
si fuera nuestro último instante en este mundo, amando más intensamente, con
mayor disposición a perdonar, dando más generosamente, hablando a otros con más
amor y agradando a Dios en todos nuestros actos.
El ayer pasó; el mañana es
incierto; el hoy está aquí ahora, usémoslo sabiamente.
Dios les bendiga
abundantemente.
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