UN MOMENTO CON DIOS
Jesús quiere salvar a todos
“De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Decían: —Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse. ¡Que baje de la cruz ese Mesías, Rey de Israel, ¡para que veamos y creamos! Y hasta los que estaban crucificados con él lo insultaban.” (Marcos 15. 31 – 32)
No era una hermosa escena:
soldados vigilando con poca paciencia que se divertían burlándose de los que
colgaban de una cruz, muchas mujeres y algunos discípulos esperando contra toda
esperanza por un último milagro, mientras la naturaleza reaccionaba ocultando
por completo el sol.
Dios, el Padre, se alejó,
dando espacio a que la muerte hiciera su trabajo, mientras los escribas, junto
con los principales sacerdotes, se sacaban las ganas de burlarse del Indefenso.
Peor aún, los líderes religiosos de Israel muestran su pobre percepción de la
vida, de la muerte, del juicio de Dios, y de la salvación
universal: "¡Salvó a otros, pero a sí mismo no pueden salvarse!".
Por supuesto que Jesús puede
salvarse a SÍ mismo, pero no quiere. Jesús quiere salvar a otros, incluyendo a
los soldados romanos, a Sus discípulos, a las mujeres que lo acompañaron, a los
principales sacerdotes y los escribas, a todos nosotros. Y Jesús murió. Muchos
respiraron aliviados. El Padre en los cielos quedó satisfecho: Nuestra
redención había sido lograda. El centurión romano dijo la frase más importante
de su vida: "En verdad, este hombre era Hijo de Dios".
Estamos parados frente a la cruz,
observando con miedo, incómodos, viendo el sufrimiento de Jesús, rodeados de
oscuridad y al mismo tiempo, tratando de comprender la magnitud de nuestro
pecado que mató al Hijo de Dios.
¿Entendemos lo que está
sucediendo? El Padre en los cielos, por causa de Jesús, quitó nuestra culpa,
rasgó el velo del Templo para darnos acceso directo a Su presencia. Respiramos
aliviados, no porque nos sacamos a Jesús de encima, sino porque ÉL ocupó
nuestro lugar a la hora del castigo: Se dejó clavar en la cruz para que
nosotros podamos caminar libremente.
Caminemos entonces, detrás del
Buen Pastor que sabe cuál es el camino a la vida eterna. La Biblia promete vida
eterna a todos los que reciben a Cristo. "Y éste es el testimonio:
Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al
Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas
cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de DIOS, para
que sepáis que tenéis vida eterna.” (1 Juan 5. 11 - 13). Demos
constantemente gracias a Dios porque Cristo ya está en nuestra vida y porque ÉL
nunca nos dejará.
Podemos saber que Cristo está
viviendo dentro de nosotros y que tenemos vida eterna, desde el momento en que
lo recibimos como nuestro Salvador y Señor, basándonos en Su promesa. Mas si
aún no lo hemos hecho, podemos recibir a Cristo ahora mismo mediante la fe
expresada en una oración.
Dios conoce nuestro corazón y
no tiene tanto interés en nuestras palabras, sino más bien en la actitud de nuestro
corazón. Esta puede ser una sugerencia de oración:
"Señor Jesucristo, te
necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Perdona
mis pecados y por vivir lejos de ti. Gracias por perdonar mis pecados. Toma el
control del trono de mi vida. Hazme la clase de persona que quieres que yo
sea." Amén
Dios les bendiga
abundantemente.
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