UN MOMENTO CON DIOS
La bendición plena de Dios
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. ¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?, porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. (Mateo 16. 24 – 27)
El Señor quiere darnos abundantes bendiciones. Veamos lo que se requiere para
que podamos recibirlas:
El pasaje de hoy aclara la única condición necesaria para recibir lo mejor
de Él: La entrega total.
Cada aspecto de nuestro ser, cuerpo,
alma y espíritu, debe ser un sacrificio vivo. Esto puede sonar sombrío, pero
contrariamente a la lógica humana, la verdadera libertad sólo se encuentra
cuando nos rendimos totalmente a Cristo.
Los sacrificios eran muy comunes en el Antiguo Testamento. Para expiar el
pecado, la persona podía traer un cordero al altar. El animal era apartado para
los propósitos de Dios como una ofrenda sagrada, y por medio de su muerte se
hacía restitución.
Cuando
nos damos como sacrificio, no hay necesidad, afortunadamente, de derramar
nuestra sangre. Jesús murió para expiar todos nuestros pecados. Pero por amor y
gratitud, cada aspecto de nuestra vida debe ser rendido a Él.
¿Qué implica una vida rendida a Cristo? Un compromiso total con Él, que no
cambia en nada por la influencia del mundo. Nuestros deseos y viejas maneras de
actuar no son ya las fuerzas motivadoras. En vez de eso, su Espíritu nos guía,
y Su voluntad es la meta. Rendirse a ÉL significa seguir Su
dirección en actitud, palabras, pensamientos y acciones, y hacerlo sin
pedir disculpas por eso, sin vacilaciones y sin temor.
Tenemos una opción: conformarnos
con algo inferior a lo que Dios, o podemos darnos, o rendirnos totalmente a Él.
La entrega total no es un camino fácil; significa morir a tus deseos y al
interés personal.
Pero recordemos que Él está
dispuesto y es capaz de hacer más de lo que nosotros podemos imaginar: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas
las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el
poder que actúa en nosotros”. (Efesios 3.20)
No hay comentarios:
Publicar un comentario